Rumbo
a lo desconocido
Ugo
Picazio
Fotografía de Enrico Salomone |
Querido
lector, quiero que, después de la lectura de estas breves líneas,
consideres si el título es acertado o no.
No
voy a hablar de las peliculitas que TVE nos dedicaba a los chavales
en los años sesenta, ni de la serie de ciencia ficción Rumbo
a lo desconocido,
emitida entre 1963 y 1965, que tanto me gustaba...
Verano
pleno de sol y mar, cerca de Alicante. María sabía que aquella
noche, en las fiestas de Calpe, Juan, atractivo moreno, le pediría
ser novios —se
lo había anticipado Elisa, su amiga del alma—.
Por aquel entonces no se llevaban los nombre raros, de origen
anglosajón.
María
era nuestra criada, como se decía en aquellos tiempos. En realidad
era como nuestra maravillosa hermana mayor.
Giacomo,
nuestro hermano mayor, enfermo grave de asma y con el corazón
dañado, no se despertó en la mañana de aquel aciago día. El rumbo
de nuestras vidas cambió de dirección y nuestra María no pudo
verse esa noche con Juan en Calpe...
Ya
imagino lo que el lector estará pensando: afortunadamente hechos tan
trágicos no suceden todos los días. Sin embargo, circunstancias
secundarias influyen de forma determinante.
Si
mi padre aquel día hubiera visto el cartel de Se
alquila
en José Abascal, entonces General Sanjurjo, en lugar de en la
cercana Bretón de los Herreros, todo hubiera sido distinto:
amistades diferentes, peripecias diferentes... en el mismo barrio del
mismo Madrid.
Nuestras
vidas son, por tanto, el resultado de las vidas y de las
coincidencias y casualidades de nuestros padres, abuelos y, más
allá, de nuestros ancestros romanos, hispanos o fenicios. Y,
remontándonos aún más, ¡de cuando la vida se fraguaba en el agua
del mar!
Un
número de casualidades elevado a tres millones no es suficiente para
cuantificar los posibles vaivenes de nuestra vida. Los hechos van más
allá de nuestra voluntad. Eso sucede, por ejemplo, cuando las
circunstancias terminan con nuestro pretendido amor eterno por otra
persona... ¿Cambiaría el lector el título de este breve texto?
Por
el contrario, decía Maquiavelo que, donde hay mucha fuerza interior,
menor es el peso de la casualidad y de la suerte.
Los
depresivos no tienen ilusiones y, por tanto, no tienen vida y lo que
nos hace ser felices: capacidad de ensoñación.
Creo
que Calderón lo había comprendido perfectamente. La vida es sueño,
los sueños son ilusiones.
Nosotros
tenemos la vana ilusión de que tenemos el control de nuestras vidas.
Sin embargo, la mayor parte de las cosas que nos suceden no dependen
de nosotros.
Eso
sí, puedo decidir, por ejemplo, que para cenar voy a preparar unas
lentejas viudas según la receta de María Luisina o, por el
contrario, me voy a tomar unos italianísimos spaghetti
alla carbonara.
Ad
Maiora.
Ugo
Picazio es italiano, médico anestesista, interesado en Psicoterapia.
Transcurrió su infancia y primera adolescencia en España.
Me ha encantado. Gracias
ResponderEliminarMuy interesante lectura
ResponderEliminarWow..... Gracias. Bonito nombre. Clemencia necesitamos todos.
EliminarTotalmente de acuerdo con lo que señalas de Maquiavelo, cuando una persona tiene fuerza interior, confianza en sí mismo, la casualidad y la suerte pierden fuerza, tu tienes influencia sobre ellas y te creas tu propia suerte.
ResponderEliminarPero el rumbo es siempre desconocido .... tu puedes conocer el hoy pero el mañana está por descubrir.
Creo que la casualidad siempre domina nuestras vidas y que esa fuerza interior lo que consigue es la adaptación a esa realidad tan casual.
ResponderEliminarDe acuerdo, ¡¡¡tienes razon!!!
EliminarLas cosas no suceden por arte de magia, para que ocurran se combinan una serie de circunstancias y en las que tu puedes influir con tu última decisión.
ResponderEliminarEl problema es que nuestra mente emotiva es mucho más antigua y poderosa que la mente racional... La próxima vez hablaremos de esto. Besos
EliminarMe gusta lo que escribes, Ugo Picazio, aunque disiento en que sea una circunstancia secundaria lo de Giacomo.Aunque es realmente real que no mandamos nada en nuestras vidas.
ResponderEliminar¿Sigues por aquí?
Para comentar, digo.
Gracias Pachy. Mandamos muy poco. Te abrazo fuerte
EliminarMe ha afectado mucho tu relato, Giacomo estaba en mi clase (prof. Miglioli), me acuerdo de un carnaval en el que os disfrazasteis de chinos, con tanto de trenza. Me alegra encontrarte de nuevo después de casi 60 anyos, aunque sea virtualmente, asì como me ha alegrado leer el nombre de Caco Salomone. Un abrazo,
ResponderEliminargiancarlo bascone
Te abrazo hermano, gracias por el recuerdo... Giacomo es Carlo.
EliminarIntentaré localizar la foto de los "Chinos".
EliminarNadie es dueño absoluto de su destino. Nuestro destino al final es la muerte. Solo somos parcialmente responsable de nuestras circunstancias cercanas, pero si asumo que el efecto mariposa es real resulta que si no consumo plástico aquí elimino toneladas de plástico en el otro lado del mundo.
ResponderEliminarEfecto mariposa. Cuántos de estos efectos en nuestra vida... Eso no quiere decir que no tengamos que ser buenos ciudadanos. Te abrazo
EliminarTrotski escribió del ataque de fiebre que le impidió oponerse a las maniobras de Stalin contra él en 1923: “Uno puede prever una guerra o una revolución, pero no las consecuencias de salir a cazar patos en otoño”. Esta anécdota refleja cómo el azar puede trastocar nuestros planes.
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