Cristina
Pérez Gabrielli, in
memoriam
Siempre
en positivo
“...aunque la vida perdió,
dejonos harto consuelo su memoria”
Jorge Manrique
Era el lema de su perfil de
WhatsApp: —¡Siempre
en positivo!
Sonriente, simpática, muy animada y alegre, muy animosa, acudía a todas las comidas y reuniones que organizábamos los compañeros del colegio, ya se tratara de encuentros de solo chicas, bueno, señoras más bien, o mixtos. De hecho fue la primera que confirmó su asistencia a la cena de Navidad del pasado 20 de diciembre. Cuando esa misma tarde excusó su presencia un mal pensamiento nos inundó a más de uno: tenía que estar muy malita para no venir.
Dos días después, tras infructuosas llamadas mías, me contactó por teléfono y hablamos largo y tendido. Asumía la gravedad de su situación pero sin desaliento, pendiente de los resultados de nuevas pruebas para acometer un nuevo tratamiento.
Sonriente, simpática, muy animada y alegre, muy animosa, acudía a todas las comidas y reuniones que organizábamos los compañeros del colegio, ya se tratara de encuentros de solo chicas, bueno, señoras más bien, o mixtos. De hecho fue la primera que confirmó su asistencia a la cena de Navidad del pasado 20 de diciembre. Cuando esa misma tarde excusó su presencia un mal pensamiento nos inundó a más de uno: tenía que estar muy malita para no venir.
Dos días después, tras infructuosas llamadas mías, me contactó por teléfono y hablamos largo y tendido. Asumía la gravedad de su situación pero sin desaliento, pendiente de los resultados de nuevas pruebas para acometer un nuevo tratamiento.
El pasado 29 de enero se le dio tierra, junto a sus padres, en el cementerio de Pozuelo, una tarde gris, desapacible, ventosa y fría del invierno madrileño. Grisura que se magnificaba con la dureza y el color del granito de las sepulturas de los camposantos madrileños, tan distante del cromatismo cálido y amable de sus pinturas.
Este último domingo fuimos a
escuchar al Auditorio la 6ª Sinfonía de Mahler, conocida
como Trágica. Al terminar
el concierto, cruzamos la calle para comer en La Quinta, el
restaurante donde los compañeros del colegio habíamos compartido
cena y animada conversación para celebrar la Navidad de 2017, hace
poco más de un año, exactamente el 4 de enero de 2018, he
recuperado la fecha de mi agenda de entonces.
Lo mismo que esta semana pasada, nos acomodaron en un saloncito que se puede aislar como reservado. Aquella noche Cristina estuvo vital y exultante, fue nuestra reinona. Las otras compañeras estaban algo apagadas.
Lo mismo que esta semana pasada, nos acomodaron en un saloncito que se puede aislar como reservado. Aquella noche Cristina estuvo vital y exultante, fue nuestra reinona. Las otras compañeras estaban algo apagadas.
No volví a
verla. Un año transcurre muy rápido, parece mentira.
Tras haber escuchado la sublime
música del marido de Alma, que
me hizo meditar sobre cuánta
influencia puede ejercer una mujer en un hombre, en ese comedor….
¡cómo la extrañé, no
dejé de pensar en ella!
Hace años se me sinceró y me confesó que en el colegio, como alumna, no había sido feliz. Supuse que lo suyo era dibujar, pintar, soñar. La relación con sus compañeras de la Materna y la Elementare fue óptima y, de siempre, mi percepción fue que, a ella, la adoraban. Siempre se mantuvieron en contacto, incluso en esos años de universidad, nuevas relaciones y maternidad en que se rompe abruptamente con el corto pasado de la infancia y la adolescencia, que sin embargo es la esencia de nuestra identidad, la que se busca en los años de madurez avanzada.
Ya no está entre nosotros, cuánto lo siento, qué pena, y no posará para las fotos que siempre capta y distribuye el insistente de José Eloy: —Anda, bonitas, una foto. Gracias a él tendremos un recuerdo imborrable de Cristina.
Hace años se me sinceró y me confesó que en el colegio, como alumna, no había sido feliz. Supuse que lo suyo era dibujar, pintar, soñar. La relación con sus compañeras de la Materna y la Elementare fue óptima y, de siempre, mi percepción fue que, a ella, la adoraban. Siempre se mantuvieron en contacto, incluso en esos años de universidad, nuevas relaciones y maternidad en que se rompe abruptamente con el corto pasado de la infancia y la adolescencia, que sin embargo es la esencia de nuestra identidad, la que se busca en los años de madurez avanzada.
Ya no está entre nosotros, cuánto lo siento, qué pena, y no posará para las fotos que siempre capta y distribuye el insistente de José Eloy: —Anda, bonitas, una foto. Gracias a él tendremos un recuerdo imborrable de Cristina.
J. S. M.
Composiciones
florales en recuerdo de Cristina
Teresa
Albert
30-1-2019 |
30-1-2019 |
¡Qué
decir de Cristina!
En
el Liceo no coincidimos en la misma clase. La empecé a conocer y a
tratar en las reuniones de antiguos alumnos que hemos tenido a lo
largo de todos estos años.
La primera vez que la ví ya me impactó
su presencia. Colosal, bien vestida, con toques exclusivos y
elegantes que coincidían con su personalidad artística, de la que
luego supe.
He compartido con ella varios y
agradables momentos en los que siempre predominaba su sonrisa y
visión positiva de la vida. Eso sí, con un espíritu crítico y
determinado hacia las injusticias y despropósitos de nuestro mundo.
Querida Cristina, ha sido un gustazo y un
privilegio compartir contigo tantos buenos momentos.
Rosalia Olcese
Cristina
Pérez Gabrielli
Líneas sencillas y bien definidas,
colores vivos, con un atractivo especial que no te cansas de mirar.
Tu obra era la expresión plástica de tu alma. Eras natural, llana,
vital, alegre, positiva, sin dobleces, como tu pintura.
Cristina, te has ido antes de tiempo, sin
molestar, sin hacer ruido. Nos has dejado el recuerdo de tantos y
tantos años. Eras la que más disfrutaba con el reencuentro de los
compañeros del Liceo, con la amistad dei
compagni di scuola e delle bambine della Ferrari.
No viniste a nuestra última cita. —Está
un poco pachucha—
nos dijeron. Dejas tu recuerdo limpio, tu risa contagiosa e
inconfundible y tu gran sentido de la amistad. Hasta para emprender
tu viaje para siempre has sido respetuosa.
Si hay otra vida, pondremos la cita allí
donde estés.
Un abrazo inmenso. Te recodaremos
siempre, cara mia.
Marilar
Torreón
Cristina:
Cara Cristina:
Carissima Cristina:
Seguro que tengo a Julio de los
nervios, pensando que no sé puntuar o que se me ha olvidado, pero es
que no sé cómo empezar. Ni sé por qué no se disuelve el nudo en
el centro del pecho, por qué no soy capaz de vencer la tristeza con
tus armas, con tu lema “Siempre en positivo”, por qué no la
puedo exorcizar con una carcajada y una chaqueta roja.
Aunque en el fondo de mis entretelas
sé porqué: a partir de ahora me faltará mi contrapunto, mi
mancherai per sempre.
Tú un torreón, yo una canija… y
sin embargo te quiero.
Tú y tus dotes prodigiosas, yo que
sigo pintando como un niño de cuatro años.
Te confieso que ni mis nietos
quieren jugar conmigo al Pictionary… y sin embargo te quiero.
Tú toda fortaleza en estos últimos
tiempos tan duros, yo que llevo fatal las contrariedades más leves
de hacerme mayor… y sin embargo te quiero.
Querría para mí la certeza de que,
de alguna manera, te llegan mis pensamientos, mis sentimientos.
Por si así fuera, compagna
mía, te quiero.
Te abrazo, torreona.
Pachy
Cristina
nel cuore
No
recuerdo la primera vez que vi a Cristina. Sólo recuerdo un espacio
físico y el inicio de una época imborrable, feliz. El espacio
físico: el aula grande del fondo de la planta baja de la palazzina
que albergaba nuestra escuela; mesas de madera con el tintero
encastrado, grembiuli azules con cuello blanco, que sustituían
el inmaculado uniforme y los coloridos muebles de la Materna.
La época imborrable, feliz: los tres años de Elementare
con la nostra signora Ferrari, que aún hoy nos
hacen sonreír.
Éramos
todas amigas, todas un clan: le bambine della signora
Ferrari.
En
el aula, que fue cambiando según avanzábamos de curso académico,
teníamos una tortuga de regio nombre, Sofonisba, criábamos y
observábamos como auténticas entomólogas gusanos de seda, hacíamos
por turno la cronaca de los acontecimientos más reseñables:
desde la hazaña de Gagarin, hasta la boda de Fabiola y Balduíno. Y
cantábamos las canciones de Lo zecchino d’oro, bailábamos
y escuchábamos embobadas las historias de la guerra de Troya y la
fundación de Roma, que nos leía al finalizar las clases: Storie
della storia del mondo, se llamaba el libro que todas
venerábamos.
Cristina
era una de las más altas de la clase, rubia, de ojos azules y con
una eterna sonrisa en los labios. Tenía un don para el dibujo, era
la mejor, sin duda. La recuerdo siempre sonriente, con los ojos
azules brillantes y los mofletillos sonrosados. Era divertida y
alegre.
Pasó
el tiempo, la nostra signora dejó el colegio y en nosotras
creció una especie de orfandad de maestra.
Llegaron
los años de la Media, la adolescencia y sus
dificultades y Cristina cambió de clase. La vida nos desperdigó y
cada una siguió su rumbo.
Pasado
el tiempo nos reencontramos. ¡Disfrutamos tanto de las cenas, las
reuniones en casa de José Eloy, la mutua compañía!
Cristina
seguía siendo una de las más altas, la más risueña, ocurrente,
siempre dispuesta a la alegría, disfrutona. Pintora excelente, con
una paleta de colores tan viva y alegre como ella, madre orgullosa de
dos criaturas.
Me
sorprendió la serenidad con la que nos hizo partícipes de su
enfermedad y descubrí otra faceta que no conocía: su coraje, su
entereza. Entendió como nadie y puso en práctica el arte de vivir
el momento y disfrutar plenamente lo que la vida ofrecía.
Menchu
Isabel (Maribel)
Fue
muy
corto
Sí,
mi reencuentro con Cristina, después de muchos años sin vernos, ha
durado muy poco, mucho menos de lo que las dos, me consta, hubiéramos
deseado.
En seguida, nos pusimos al día, recordando aquella lejana etapa de nuestra vida, que tanto peso tiene ahora en esta otra.
En seguida, nos pusimos al día, recordando aquella lejana etapa de nuestra vida, que tanto peso tiene ahora en esta otra.
Nos
conocimos en la Scuola
Media,
cuando cambió de clase, pero nuestra relación fue intensa durante
una larga temporada. Luego, nos desconectamos hasta hace escasamente
un par de años, que nos volvimos a ver en una cena de
la clase del 53. Fue
durante uno de esos encuentros cuando me sorprendió al afirmar que
el Liceo no la había ayudado a valorarse como alumna y sólo, cuando
llegó a Bellas Artes, se sintió realizada.
Continuando
con el mismo tema, me emocionó al contarme algo de lo que yo nunca
fui consciente: que
aquellas tardes de estudio, que compartimos en su casa, habían
sido de gran ayuda para ella.
Maribel en clase de Mustieles. 1968. |
A
pesar de todo, siempre se mostraba sonriente y positiva.
Si
bien nos contó de su enfermedad en un primer momento, no volvió a
hablar
de ella, mostrándose siempre optimista. Fue
esto último lo que más me llamó la
atención en ella.
Enhorabuena
Cristina, ¡por tu actitud y tu fuerza!
Hasta
siempre,
Isabel (Maribel)
Cristina,
compagna di scuola, entrambe indimenticabili
Tengo
delante la foto —por detrás
mi madre escribió la fecha: 13 de mayo de 1960—
de la clase 2ª A con la Ferrari. Cristina y yo, como se ve, somos
las más altas, pero ella más sonriente.
Cómo
siento no haber compartido con i
miei cari compagni di scuola
estos últimos años de Cristina y haberla conocido como artista y
mujer adulta. I miei
ricordi della Scuola Elementare sono vaghi ma, come si vede appunto
dalla foto di classe, non dimentecherò mai il suo sorriso.
Evidentemente
ya a los ocho años pensaba como ahora, en positivo.
Buon viaggio Cristina, sicuro che stai sorridendo ancora.
Buon viaggio Cristina, sicuro che stai sorridendo ancora.
Ana
Tobío
Para
siempre en nuestros corazones
Hay
personas que aparecen en nuestras vidas por un instante o con
quienes, tal vez, compartimos unas horas o algunos encuentros...
Es
lo que me ocurrió con Cristina, dos encuentros fugaces después de
muchos años o, más bien diría, media vida sin saber nada de
ella.
La reconocí enseguida, estaba igual a como la recordaba del Liceo. Nos dimos un abrazo y comenzamos a hablar de nuestras vidas.
Me comentó con total serenidad su enfermedad sin darle apenas importancia. Ahí vi a la Mujer fuerte y valerosa en que se había convertido.
La reconocí enseguida, estaba igual a como la recordaba del Liceo. Nos dimos un abrazo y comenzamos a hablar de nuestras vidas.
Me comentó con total serenidad su enfermedad sin darle apenas importancia. Ahí vi a la Mujer fuerte y valerosa en que se había convertido.
Allá
donde estés, Cristina, sé que percibirás todo el amor y la
admiración que has sabido transmitir a todos los que tuvimos el
privilegio de conocerte como Mujer y como Artista.
Con
todo mi Amor,
Begoña
Pérez
Gabrielli
Lola
Alegre Esteve
Fotografías
de Cristina Flores
Si
hablamos de Pérez Gabrielli hablamos de pintura.
Pintura
en la que al dibujo se le da la importancia que realmente tiene y que
tantas veces se olvida, de base sólida, de estructura y parte
fundamental en la obra de arte.
Dibujo
bien hecho, consecuencia del estudio de años, del aprendizaje
riguroso y de trabajo, mucho trabajo.
Nunca
en ella el dibujo fue fruto de la improvisación o la casualidad,
sino el resultado del análisis y del estudio.
Pérez
Gabrielli juega con el dibujo, lo deforma, lo transforma, hace lo que
quiere, porque su dominio es tal que le da completa libertad.
La
composición, disposición de los elementos y planos, es la armadura
de la obra y es también en su trabajo, como sucede con el dibujo, fruto
del estudio y el análisis meditado. El resultado que aquí obtiene
es de equilibrio y ligereza, nunca de rigidez ni frialdad.
La
técnica, el complemento que está a la vista, es de un dominio
impecable y, tal es su buen hacer, que al verlo todo parece fácil.
A
esto, yo le añadiría algo que, sin pertenecer a la plástica, está
muy unido a ella y que en su obra es fundamental: la poesía.
Sus
temas, que se deslizan desde el bodegón al retrato y desde la figura
al paisaje, crean y recrean una atmósfera de ilusión, de sueño y
también de nostalgia por un paraíso perdido.
La
delicadeza de las manos de sus figuras, el misterio de los ojos que
miran con melancolía más allá y a través de nosotros, la soledad
de sus bodegones, las telas de Fortuny, sus grises, los colores
luminosos o los verdes venecianos, —Venezia, sempre Venezia—, hacen que nos
sumerjamos en un mundo irreal y deseado, que hace que su obra sea
especial.
Como
artista dedicó su vida a la pintura y como persona… ¡qué voy a
decir de Cristina!
Tenemos
la enorme fortuna de tener su obra y, en sus cuadros, siempre a ella.
Nel
mezzo del cammin
di nostra vita...
Material gentileza de Carmen Mena y
con la inestimable colaboración de Juan Luis Otero en la edición de
textos.
La infancia en el recuerdo. Retrato de Carmen Mena. 2010. |
En junio y julio de 1995, Cristina expone
en la Galería Espalter de Majadahonda la que ella define como la
muestra a mitad de su vida.
Tanto
es así que el correspondiente catálogo se abre con los primeros
versos del Infierno de Dante. Y escribe en la introducción:
A mitad de mi vida vuelvo los ojos hacia
los interiores. Interiores del espíritu. del sentimiento y de la
perplejidad hacia el mundo que nos rodea. Busco valores eternos en la
figura femenina, que permanece encerrada, abstraída y melancólica
en un interior de penumbra y soledad; fuera de la época que me ha
tocado vivir. Mis personajes se abstraen, enmudecen y languidecen
esperando otros escenarios más adecuados donde poder representar el
papel de la vida con renglones más humanos y más tiernos que fluyan
hacia esa luz esperanzadora que ilumina la ventana abierta de unos
interiores obscuros y recargados.
Entre otros textos, el catálogo incluye
unas líneas de José Luis Sampedro:
Pintura
sin palabras
"
... Para
mi
brotan de ese
origen
los
dos
rasgos más perceptibles
en
la
pintura
de Cristina Pérez
Gabrielli:
la preferente
dedicación
a
la
figura
humana y
al
retrato,
así
como
la
manera
de crearlo,
por una parte, y
el
amor a la materia pictórica ―es
decir, al oficio―
por
otra".
"
...
La
artista,
dicho
de otro
modo,
parece querer replegar su
personalidad
tras la materia misma y
los
colores
tan
eficazmente
descubiertos,
para
que hablen por sí
solos. Evidente
actitud
de
humildad como
en
una
anunciación
coherente
con
esa
otra
humildad
de
las
miradas en
los
retratos
transidos de emoción"
Pulsar
aquí para descargar el catálogo completo.
Imágenes
Cristina
con sus compañeros
1950-60 Con la signora Ferrari. |
Mayo 1990. L Aniversario del colegio. |
28-11-2008. Han pasado 18 años. |
24-10-2015. LXXV Aniversario del colegio. |
04-01-2018. |
=====================
Quando l'amore e la sincerità hanno bisogno di commento.
ResponderEliminarRagazzi, ma perchè vi ho perso? Per pietà, perdonatemi e riprendete con voi il figliol prodigo, avevo lasciato da soli i miei fratelli e le mie sorelline.
Voglio anch'io meritare l'affettuoso ricordo che mi dona l'eterno. Nella mia mente non vi ho mai lasciati, hermanos di un tempo magico e felice persistente nella memoria come il ricordo olfattivo.
Ugo
No he tenido una gran relación con Cristina, por lo que me faltan palabras y sentimientos profundos de cariño y afecto.
ResponderEliminarNo obstante, en los pocos momentos que he disfrutado de su compañía, me ha transmitido siempre alegría y optimismo a raudales.
Siento pena por su desaparición. Cuando se ausenta una persona que tienes cerca, que la conoces, que ha vivido momentos de su vida junto a ti... sientes rabia, impotencia y dolor, sentimientos que no puedes expresar con palabras. Y, sobre todas las cosas, con palabras que no suenen huecas, palabras de compromiso.
Sandro
Escribir textos no es precisamente mi fuerte.
ResponderEliminarMe acuerdo de Cristina, cuando éramos pequeñas. Yo no tuve la suerte de estar con la Ferrari, sino con la bruja de la Danieli. Fue más tarde que estudié con ella. Los buenos recuerdos que tengo son de jugar en su casa de Ríos Rosas esquina a Ponzano, de un pasillo muy largo donde corríamos y de hablar con sus padres que me parecieron muy agradables y guapos.
No volví a verla más hasta las cenas del Liceo y, siempre alegre.
Tenía un buen recuerdo de ella.
Laura Morbini
Qué grata sorpresa ver aportaciones de compañeros/as que no suelo ver por aquí... ¡os saludo con cariño a todos/as!
ResponderEliminarSobre Cristina no puedo decir gran cosa pues, como Sandro, no llegué a tener relación con ella. Por el colegio pasé con más pena que gloria y en aquella época, me costaba muchísimo relacionarme con las chicas. A Cristina la conocí en una de las reuniones a la que asistimos muchos el año que Julito logró contactar conmigo (¿hace 5... 6... 7... años? En este momento no puedo precisarlo... el tiempo pasa volando - dicen). Pues bien, en aquella reunión-cena en EL PALACIO DE LA MISIÓN de la Casa de Campo fue donde coincidimos. Era la primera vez que veía a los compañeros después de acabar el Liceo y el inexorable paso del tiempo hacía inevitable la pregunta: ¿Tú quién eres? Ah... sí... o no me acuerdo. Cristina y yo nos presentamos y mantuvimos una amena y cordial conversación. Ella me contó lo mala que había sido la etapa del Liceo con honrosas excepciones y yo hice lo propio. Luego me habló de su familia y a qué se dedicaba. Así conocí que era pintora... una artista. A mi la pintura me encanta y en mi labor docente la he introducido en numerosas ocasiones. Quedé impresionado. En fin... poco más puedo decir... rabia... dolor... rebeldía... Como homenaje a la compañera que probablemente habría conocido si las circunstancias hubieran sido otras, os dejo el siguiente soneto. Un fuerte abrazo a todos/as.
************
Un soneto en memoria de Cristina,
escribo como póstumo homenaje;
que la acompañe en su postrer viaje,
tras luchar por la vida cual felina.
Quiero creer que aquesto no termina;
que tu espíritu a la muerte hizo chantaje;
y vuelas dibujando un gran paisaje,
con arroyos de agua cristalina.
Afrontaste el dolor en positivo,
y nos dejas dolor inconsolable,
que nos rompe por dentro incompasivo.
Nos contagiaste tu alegría afable,
artista contumaz, espíritu altivo,
encantadora... cordial y entrañable...
Cristina.
*******************************************
Fernando Moya