07 diciembre 2018


Gotas de poesía (Selección)

Lydia Rojas Lizalde

Recopilación de Mariana Vázquez Murguía


Lydia Rojas Lizalde























Todavía

Dame tu soledad, toma la mía
unidos de la mano…. caminemos
el devenir del mundo observaremos
podremos ser felices todavía.

El horizonte es claro y transparente
el viento que acaricia es luminoso
encaucemos tranquilos nuestra mente
y tendremos nuestro mundo hermoso.
Forjemos los rumbos del destino
pongamos flores al borde del camino
matemos el dolor y el egoísmo
en la recta final ¡ya no hay abismo!


Piloto

Tiende las alas sobre viento suave
el morro apunta agrestes horizontes,
abajo se diluyen valles y montes
y el tiempo que en la mente siempre cabe.

Lleva la mano firme, el ojo alerta,
prolongación de pájaro gigante,
es la materia viva, palpitante
cálida conjunción de acero y mente—.

Cruza los meridianos que los hombres
con su mente angustiosa te han marcado,
en su miedo mortal, han olvidado…
no te pueden perder, ¡aunque se asombren!

Mensaje vivo del hombre al infinito
que en su afán de vivir está consciente,
habrá de compartir con otras mentes
el espacio vital del infinito.

Vuela hombre pájaro a tu mundo
del espacio tranquilo y silencioso
vuela hombre niño, que es profundo
el anhelo que sientes y… es hermoso.

Sigue por los caminos silenciosos,
caprichoso el horizonte te ha dejado
alcanzar con tu vuelo audaz y hermoso
el mundo que el destino te ha entregado.


A un muerto

Rígido ha quedado el cuerpo
que fue ropaje del alma,
cuánta soledad y calma
va quedando con los muertos.
Con qué quietud se aproxima
aquella a la que tememos,
quizá porque no sabemos
que la vida no termina.

Ya pasa el viento llorando
entre los sauces vencidos,
lleva pétalos caídos
que las flores van dejando.
Se van pasando los años
y con ellos van quedando
los sollozos comprimidos
en losas de camposanto.


A mi padre

Viejo roble que dieras a mi mundo
visiones gigantescas de horizonte,
roble añejo, hoy te doblas a la tierra,
la vasta soledad ya no te aterra,
dejas en mí la fuerza de tus montes
y un silencio callado muy profundo.

En alas de los vientos del destino
podrán tus hojas —volando con Eolo—
en cadenciosa danza estar cayendo
y al bajar suavemente irán cubriendo
el sendero que habrás dejado solo
por haber terminado tu camino.

Hoy tu cuerpo no tiena ya mañana,
al ir por las praderas transparentes
no podrá proyectar ya más tu sombra,
no hay pena ni dolor ¡ya nada sientes!
sólo la eternidad que te acompaña
y el silencio que ya jamás te nombra.


A un muerto

Amigo:
Que te fuiste calmado
con tu paso tranquilo hacia otra dimensión.
¿Qué lugares ignotos
tus plantas han hollado?
¿En qué mundos remotos
tus pasos han quedado?…
¿Dónde se han bifurcado
tu sendero y el mío
que por más que he buscado
no te puedo encontrar?

Hermano:
Enséñame la puerta
para entrar a tu mundo,
conocer los arcanos
y el silencio final,
quiero seguir la ruta
que tu paso ha marcado
llegar donde has llegado
mirar el inframundo
y, después de una pausa,
¡tranquila terminar!


A mi hijo

Aguilucho gentil, que al extender tus alas
altivo y solitario el vuelo audaz alzaste,
ayer tan sólo niño, hoy… águila gigante
que anhela conquistar el cielo sin escalas.

Moderno pigmalión que trascendiendo cielos,
en bancos de nubes esculpes tu destino,
oteando el horizonte y con potente vuelo
raudo te enfilas hacia tu camino.

Pescador de ilusiones que tejes en tu vuelo
plateadas redes con parábolas gigantes.
¡Suelta las redes!, la vida es sólo instante
que podemos trazar con el azul del cielo.

Artífice sutil que al jugar con estrellas
formas así tablero de ajedrez brillante
soñando libertad, prosigues adelante
para en tus sueños irte a confundir con ellas.

Viajero de los cielos, navegante incansable
que tus rutas te lleven por senderos de paz,
que para ti no exista nada irrealizable
y el dolor no te roce con sus alas jamás.


Lydia Rojas Lizalde (Veracruz, 1919 – Tlalnepantla de Baz, 2002) fue una médica anestesióloga mexicana, formada en la Universidad Nacional Autónoma de México, que ejerció su profesión con éxito en el Centro Médico Nacional.
Casada a los 31 años, enviudó y volvió a contraer matrimonio, alumbrando un solo hijo.
La hija de éste, su única nieta, Mariana Vázquez Murguía, nos ofrece ahora una selección de poemas de su abuela.

3 comentarios:

  1. Qué asombrosa mujer, anestesióloga y poeta. ¡Me parece tan difícil conjugar esas dos facetas! Aunque es posible que exista una conexión entre ambas...

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  2. Solo viven aquellos que luchan.... debía de ser una mujer en busca de sus sueños, para mí lo refleja su poesía y es maravilloso que su nieta nos lo muestre.

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