17 abril 2018

La lisura del agua, relato de Jesús Ramos Alonso, ha resultado ganador del II Premio de Escritura Breve de Diario de Madrid.

El jurado ha estado compuesto por Maria Luisa Ciattei, María Luisa Sánchez Mingo, Teresa Albert, Carmen García Delgado, Carola Moreno, Rocío Cela, Marisol Martínez, César Rodríguez González y Gonzalo Silván Lago, a los que se agradece su magnífica y difícil labor.

Enhorabuena al vencedor, que se hace con el preciado trofeo, una pintura del artista Gonzalo Silván Lago, y a los demás participantes por el alto nivel de sus trabajos, que esperamos poder ir publicando poco a poco.


La lisura del agua

Jesús Ramos Alonso


Gonzalo Silván Lago. Galardón del Premio.

No se preocupe padre, no haga caso de todo lo que dicen, yo estoy bien. Aunque ¿quién le iba a decir nada?, si en el pueblo ya no queda nadie; Faustino fue el último en marchar, hace ya más de un año.
A la mayoría los vio usted irse antes de morir; unos pocos afortunados fueron donde los hijos que habían emigrado antes; otros, sin tierra que cultivar, se instalaron en los pueblos de alrededor con las cuatro perras que les dio el gobierno y malviven de oficios que desconocen.
Yo entonces era muy niño; para mí el pantano era pescar con los otros chicos y bañarme en verano en el agua tibia.
Pero cuando murió madre y ya nunca más le vi a usted sonreír me hice mayor de golpe, apenas recién estrenados los primeros pantalones largos que ella me había arreglado aprovechando unos suyos. Le recuerdo mirándome desde el escaño, y como me debían quedar un poco anchos por la cintura, se levantó, me cogió por los hombros y dijo “ya eres un hombre, apriétate bien la correa”
De la enfermedad de madre usted le echaba la culpa al pantano; decía que nos había traído la ruina y el hambre y el irse todos, y que eso la mató.
Luego de quedarnos solos, le recuerdo sentado en el risco al atardecer, bajo la sombra del muro de hormigón, mirando al agua ensimismado. Esa agua que le fue ahogando la vida por dentro y enterrándola en la tierra que fue nuestro sustento, bajo la superficie líquida, quieta y oscura como un mal presagio.
Cuando el pantano le mató, después de dejarle seco como un anciano, le dimos tierra junto a madre; dos mujeres tuvieron que ayudar a llevar la caja hasta el cementerio: ya no había hombres suficientes en el pueblo.
Yo entonces empecé también a mirar a la presa como una especie de fantasma, algo que estando allí, inmóvil, con su sola presencia alejaba a familias enteras.
En los últimos tiempos, antes de morir, ya me miraba usted sin ver, mientras me contaba cosas que yo no recordaba:
Primero vinieron unos pocos” me decía serio, “se hospedaban en la fonda y todas las mañanas salían con el jeep, cargado con unos instrumentos que parecían los del fotógrafo que nos retrató para la boda”.
Todavía conservo esa foto, padre, es lo único que me queda y muchas veces la miro. ¡Si pudiera volver a sentarme en el risco por las tardes! y cerrar los ojos y sentirle a mi lado y escucharle hablando de cómo era el pueblo cuando yo nací.
Me parece estar oyéndole contar como, a poco de marcharse aquellos hombres vino un forastero, un funcionario, a hablar con el alcalde; y que, después, este reunió a los vecinos y les explicó que iban a construir un pantano y que el pueblo quedaría sin comunicación con la cabeza de partido, encajonado entre el agua y la sierra.
A veces, lo pienso ahora, yo debía mirarle perplejo; entonces usted sacaba la petaca y liaba un cigarro mientras añadía pormenores para que yo le entendiera. “No es fácil atravesar la sierra ¿sabes hijo?”, decía mirando rio arriba hacia la estrecha pista que trepa por la ladera, ”fíjate lo lejos que está el valle vecino, que antaño se hablaba allí un dialecto diferente”.
El fantasma de la presa, aún sin existir siquiera en los planos de los ingenieros, se debió instalar en las casas de los vecinos vigilándolos de día y alterando su sueño de noche.
Este invierno ha nevado mucho, padre; menos mal que tenía la vaca y las gallinas y…
Por las tardes, al calor de la chimenea, sacaba los papeles viejos que madre iba guardando en el baúl, entre las sábanas; las escrituras de la casa y de las tierras que ya no sirven para nada, la fe de bautismo,…la carta que trajo el cartero hace ya muchos años, la que le leyó madre con lágrimas en los ojos a la tarde, al volver usted del campo, la de la expropiación de las tierras que escuchó en silencio.
Hace pocos meses yo he recibido una carta igual, quieren recrecer la presa y todo se hundirá; la escuela, la iglesia, la plaza… el pueblo entero desaparecerá. Y con el pueblo desaparecerán también el cementerio y el risco.
El Faustino recibió una carta parecida: él no aguantó. Pero yo me acordé de lo que dijo usted, muy serio, al terminar madre de leer la carta: “pon la cena mujer, de aquí solo me sacarán con los pies por delante”
Así que hice lo que hice, cuando vinieron esos hombres con la lancha y los vi rondando por el cementerio, les pregunté qué hacían. Dijeron que tomaban fotos y medidas para sellarlo, que iban a traer unas máquinas para echar una plancha de cemento sobre las tumbas antes de la inundación.
No lo pensé dos veces, fui a por la escopeta y los maté a tiros. Luego hundí sus cuerpos en el pantano, atados con piedras.
Aquí me tratan bien padre, me dan de comer y me han dejado traer la foto de madre y suya, la de la boda. Solo tengo una pena: no volver al risco a escuchar su voz por última vez antes que se desvanezcan la memoria y los recuerdos bajo la lisura del agua.

17 comentarios:

  1. Pocos cuentos sobrecogen como éste: un pasado reciente y tan doloroso como inútil. Una voz narrativa original, directa y con un lenguaje hermoso, fuera del presente. Un maravilloso cuento de un buen escritor con un título a la altura de lo que contiene.

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  2. Un gran relato, todas mis felicidades para su autor y para Julio Sánchez Mingo que ha hecho posible su publicación.

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  3. En un breve relato de dos páginas, Jesús Ramos Alonso apunta temas como la soledad, la añoranza de tiempos pasados, la despoblación del medio rural, los pueblos desaparecidos bajo el agua de los pantanos, el respeto y la veneración a los mayores, la insensibilidad de la Administración.... que nos deben hacer meditar. Muchas gracias al autor por su magnífico trabajo.

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  4. Un cuento entrañable, sencillo y muy bien narrado. Felicidades Jesús.

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  5. Todo aquello que me genera emociones y me remueve por dentro me parece bello.Éste lo ha conseguido. Enhorabuena Jesús

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  6. Me gusta su prosa y los retratos de la vida y de la realidad descritos por este autor. 0

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  7. Sobrecogedor, tierno, bien escrito. Un gusto leer relatos con calidad.

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  8. Impresionante!!!
    No se nota que es un asesino!!
    Por el" bien de la comunidad", somos capaces de destrozar vidas sin ni siquiera pensar en ello.
    Ha cumplido su misión y en su ruina siente la paz.
    Cala hondo.
    Muy duro Jesús.

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  9. Uff, que triste. He sentido la soledad del protagonista mientras me sentaba en el risco con él l. Nadie debería pasar por eso. Una historia narrada a la perfección, enhorabuena Jesús!!

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  10. Magnifico relato digno ganador del premio. Una historia muy triste que llega al corazon. Felicidades Jesus tus seguidores estamos deseando leer el siguiente

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  11. No conozco el resto de relatos, pero me parece que éste está muy bien premiado como ganador del Premio. Es muy triste y no se adivina el final hasta que el propio narrador en primera persona lo desvela. Enhorabuena a Jesús Ramos Alonso
    Felicito

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    1. Ya los iréis conociendo. Serán publicados en el blog a lo largo del año.

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  12. Maravilloso relato en el que cada frase posee energía propia, escritas con el corazon y las tripas, como te dice tu profe Ana .
    En tu forma de escribir y de vivir se dan las mismas constantes: fuerza, bondad y comprensión.Mary Campo

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  13. Impresionante y sorprendente final, el primer premio de muchos más...

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  14. La historia de un hombre íntimamente ligada a su entorno y a los suyos. Una mezcla muy conseguida de sensibilidad, afectos profundos y desenlace trágico
    . Todo ello narrado con un lenguaje preciso y descriptivo.

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  15. Historia triste y real que con la premisa de progreso en muchos pueblos españoles se ha vivido.
    Final sorprendente.
    Precioso relato

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  16. Que solos se quedan los hombres y mujeres sin el arraigo del pueblo. Porque perder tu identidad es no existir. He sentido la tristeza en cada palabra del autor. Buen relato. Le deseo mucha suerte en su trayectoria.

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