06 octubre 2017

La habilidad de combinar palabras


Fernando Moya Molina




Nuestra vida se construye con muchos pequeños o grandes éxitos y también con numerosos minúsculos o enormes fracasos. Y muchos de nuestros momentos de soledad se inundan de nostalgia. Es en esos momentos cuando hablamos largamente con nosotros mismos ¿Dios?. Tras un fracaso, el subsiguiente proceso de cambio produce momentos de vacío interior antes de estar de nuevo en movimiento.

En uno de esos momentos me encontraba en Burgos, por razones ajenas a mi control, y solía salir al atardecer y sentarme en la mesa de un café para meditar y tomar notas. Recuerdo que uno de esos días escribí este pequeño poema:

Otra ciudad, otro cielo, otro tiempo…
y en el fondo del alma,
de la misma forma que se adormece un niño,
se va poco a poco durmiendo un recuerdo…
Tú lo sabes, amigo…
Solo tú sabes lo que siento.

Siempre he admirado a la gente que tiene la habilidad ¿arte? de combinar palabras de forma que te llegan de una manera profunda, tocan tu corazón, y hacen aparecer cristales en tus ojos.

Un poema, un libro de poesía, no es algo que se pueda leer de un tirón. Cada verso va martillando tus sienes, reverbera tras su lectura, evoca numerosos pensamientos que pugnan por salir todos al mismo tiempo. Son como destellos de ideas filosóficas que llenan tu interior y producen sosiego, paz, nostalgia, impotencia, etc. Sirvan de ejemplo estos versos de Miguel Hernández:

Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.

Mi vida profesional se ha desarrollado en la enseñanza de las matemáticas, como profesor de secundaria. Puedo decir, ahora que he llegado al final de mi vida laboral, que he trabajado en algo que me gusta. Ciertamente he disfrutado con ello. Este trabajo me ha permitido conocer a mucha gente relacionada con las humanidades y las artes. Compañeros que ejercían como profesores igual que yo pero que realmente eran otra cosa: pintores, escultores, novelistas, poetas…

En este mi último año laboral, he coincidido con uno de ellos: el joven poeta Raúl Nieto de la Torre. El 31 de marzo pasado presentaba, en el centro cultural del Matadero de Madrid, su nuevo libro de poemas, que lleva por título Leopardo. Tuve la fortuna de asistir al acto. Confieso que era la primera vez que acudía a una sesión de este tipo.

Raúl Nieto de la Torre es un buen representante de quienes poseen el arte de combinar palabras. En la presentación de su libro nos contó cómo él, en el colegio, se dedicaba a escribir poemas durante las clases mientras otro compañero y amigo suyo, Ángel Núñez, se dedicaba a dibujar. Por ello se veían obligados a utilizar el recreo para recuperar el tiempo perdido en clase. Raúl confiesa que él continuó con sus escritos mientras su compañero y amigo lo hacía con sus dibujos. De hecho, el dibujo de la portada de Leopardo es de Ángel.

He disfrutado y sigo disfrutando de la lectura del libro. La ventaja que tiene un libro de poesía es que puedes abrirlo al azar y encontrarte con perlas como estas:

Pero no dejaré que la ventana
me diga lo que debo mirar.

Cerraré la ventana,
me quitaré las gafas
y entonces miraré por ella.
…………………………………………...

Como el agua que hace
a la piedra a su imagen y semejanza
nos hemos hecho el uno al otro
tanto daño.
……………………………………………………

La llave que me diste
no abría ninguna puerta.
La llave era la puerta
por donde tú saliste.
………………………………………………...

Todas las veces que marcamos
como los dedos de la lluvia temblorosos de frío
un número que no existía
y las veces que alguien
respondió al otro lado
son hoy la primera vez
………………………………………………...

….. Y la impaciencia
del humo por salir
en cuanto se abre alguna puerta
y no saber volver.
………………………………………………….

Desde aquí mi agradecimiento a quienes poseen el arte maravilloso de combinar palabras y que saben solazar el espíritu cuando más falta hace.


Raúl Nieto de la Torre nació en Madrid en 1978. Es licenciado en Filología Hispánica y doctor en Literatura Española por la Universidad Autónoma de Madrid.
Ha publicado cinco libros de poemas: Zapatos de andar calles vacías (2006), Tríptico del día después (2008), la antología Salir ileso (2011), Los pozos del deseo (2013) y Leopardo (2017), en Ediciones Tigres de Papel.

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