La
Casa de Fieras
Jesús
Ramos Alonso
Abril
2016
Fue
al salir del colegio. Nos pillaron colándonos en la Casa de Fieras
del Retiro entre dos barrotes de la verja algo separados.
Unos
guardas nos vieron y uno de ellos gritó: ¡alto ahí! — y
agarrándome por el jersey — ¡a ver, tú, ¿cómo te llamas?!
Mientras, el otro sujetaba a mi amigo, que gimoteaba asustado.
Miré
al guarda y tuve la sensación de que su manaza iba a aplastarme
contra el suelo. La sentía en mi hombro como si fuera la zarpa del
león que hacía largos en su jaula de cuatro metros. Habría
preferido enfrentarme a ese león antes que mentir a aquel gigante,
así que dije mi nombre y donde vivía. Después, su voz de trueno
ordenó: ¡se lo decís a vuestros padres!, ¡y mañana traéis el
dinero de la entrada!
Pasamos
el resto de la tarde sentados en un banco. Cobardes ante nuestro
negrísimo futuro no sabíamos por dónde tirar. Por fin acordamos
que nuestros padres jamás sabrían nada y que cada uno se las
apañaría para lo del dinero.
Al
día siguiente, en un descuido, le sisé un duro a mi madre. Con lo
que me dieron por unos periódicos viejos completé las siete u ocho
pesetas que costaba la entrada y fui a por mi amigo. Después, con
las orejas gachas, buscamos al gigante. Nos acercamos con el dinero
en la mano. Nos miró, sonrió y acariciándonos el cogote dijo:
¡hala, adentro valientes! ¡y guardad eso para otra vez!
Al
salir, ufanos y sintiéndonos hombres, nos compramos un bocadillo de
calamares y aún nos sobró para un par de bisontes, que nos fumamos entre toses.
Voy
a menudo a la biblioteca que hoy ocupa el lugar del antiguo zoológico
y, al pasar junto a los leones de piedra que jalonaban la entrada,
siempre me viene este recuerdo. A pesar del tiempo transcurrido, aun
me hace sonreír.
En
casa, mi madre me esperaba con el monedero en la mano y cara de pocos
amigos. No necesité mucho más para perder la recién estrenada
hombría...pero de eso ya casi ni me acuerdo.
Un relato precioso. Lo que mas me ha gustado es la inocencia de los niños y su valentía.
ResponderEliminarMuy bonito.
ResponderEliminarMe ha transportado a mi infancia , que transcurrió en un sitio muy diferente, un pequeño pueblo de las montañas de Alicante. Pero la trastadas eran parecidas.
Un relato entrañable que te hace rememorar tiempos pasados
ResponderEliminar¡Pero qué equilibrio narrativo! En tan pocas líneas, horas y días condensadas hábilmente de una aventura muy divertida. Qué seríamos sin los recuerdos.
ResponderEliminarUn saludo, Álvaro.
Felicidades Jesús muy bien escrito tu relato me hace recordar los buenos momentos vividos en la antigua casa de fieras
ResponderEliminarFelicidades Jesús, que relato tan entrañable que nos lleva a nuestra infancia.
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