Confesiones
de una ciudadana perpleja
Pachi
Mouliaá
Junio
2016
Le
prometí a Julio hace un tiempo que intentaría una segunda incursión
en su blog y os aseguro, a él el primero, que me puse a ello. Pero
me dio por centrarme en “esta edad”, la nuestra, casi tan ingrata
como la adolescencia, y acabé metiéndome en un jardín que se
transformó en laberinto, del que no sabía salir con gracia, falta
del humor que todo lo salva.
En
consecuencia, abandoné.
Y
ahora me adentro en un jardín aún más intrincado, una
selva oscura, una selva selvaggia e aspra e forte...
Así
que voy a empezar por el final, devanando el hilo de Ariadna que he
ido largando a lo largo de los años, para ver si llegando al chicote
encuentro una salida.
Por
primera vez en mi vida estoy tentada de no votar el 26-J. Y eso en mí
es síntoma de extrema gravedad, porque el voto siempre me ha
supuesto no sólo un derecho que no me fue reconocido hasta los
veintitantos, sino un deber cívico del que no vale escaquearse.
Mi
profesor de Derecho Político, en su primer día de clase, nos dijo
que impartiendo esa asignatura creía obligado significarse ante sus
alumnos. Por consiguiente se reconocía francamente de derechas, no
es un chiste, y avisó de que a esa orientación tenderían sus
lecciones.
Pues
bien, yo me creo en el mismo deber y ante vosotros, hermanos, me
declaro roja sentimental devastada. Sentimental por falta de de
formación y de lecturas políticas, sentimental porque es una
tendencia espontánea, sentimental porque no procede del entorno en
que me he educado…
Por
muchas más razones que me resultan difíciles de explicar.
Sin
embargo nunca he militado, he sentido que empeñaría mi
independencia de voto, y siempre, siempre he votado con la cabeza y
no con el corazón o las tripas. Lógicamente esa actitud no solo ha
limitado mis opciones, sino que me ha abocado además a una dinámica
de voto inútil pero en
conciencia, que me deja
ante mí misma un poco tontaina pero tranquila.
¿Y
ahora qué? Pues agobiada ando, tras el espectáculo que desde el
20-D nos han dado nuestros elegidos, ante su nula capacidad o
voluntad de pactar, el - quítate tú para ponerme yo - o el - y tú
más -, por no hablar de la información interesada que nos
suministran en dosis ingentes los medios y las agencias de encuestas,
día tras día.
Para
mayor agobio asistimos ya al segundo pase de la película sin atisbos
de que vayan a rodar un The
End algo más feliz.
Saturación, desesperanza, hastío, me siento incapaz de ir una vez
más a las urnas.
Claro
que también cabría ir a depositar mi voto en blanco, como un
varapalo simbólico, pero entonces quedaría de nuevo ante mí misma
un poco tontaina pero tranquila.
¡Como te entiendo Pachi!
ResponderEliminarYo estoy en una situación gemela a la tuya.
¿Donde está esa izquierda idealista y culta?
Sobre todo culta.
Descalificar e insultar es tan facil...
Recomiendo vivamente la lectura de la entrevista que Ramón Lobo le hizo al Gran Wyoming en El Diario.es del pasado 17/06. No dejéis de leerlo, porfi: http://www.eldiario.es/politica/encantaria-ganara-Podemos-cara-gente_0_527397446.html
EliminarYo tembién entiendo tus contradicciones Pachi. Desde que tenemos el derecho a votar solamente lo he hecho en un par de ocasiones: a Tierno Galván en el 77, porque fue el único que no prometió nada y que anticipó que nos iba a costar mucho construir un verdadero estado democrático, y a Zapatero en el 2008 - voto útil. Y no suelo votar porque no creo en votar a una lista, sino a una persona que quiera representar a mi distrito, y porque el sistema electoral es fraudulento, favoreciendo a los grandes partidos y perjudicando a los pequeños de ámbito nacional. Y el día 26 no podré votar gracias a PSOE y PP y su modificación del voto por correo. Pero si quieres usar mi voto, hazlo por la única formación que, a pesar de la tremenda campaña que se está haciendo desde todos los medios, incluídos algunos de los llamados progresistas, ofrece un verdadero cambio. Gracias por tu artículo Pachi.
ResponderEliminarEl pedestal
EliminarCon el verbo caliente y el dedo imperativo señalan un nuevo rumbo de la historia
Manuel Vicent
19 JUN 2016
En la mejor plaza de cualquier ciudad del mundo es muy probable que el viajero se encuentre con la estatua de un prohombre, que desde lo alto del pedestal señala con el brazo extendido un hipotético horizonte. Ese gesto lleno de autoridad suele pertenecer a un libertador patriota o a un político revolucionario, que si bien a su debido tiempo indicaba con el índice inhiesto la dirección en que debía ir la historia, ahora parece que está dirigiendo el tráfico como un guardia urbano en un atasco sin que ningún conductor le haga caso. En medio de la crisis que nos atenaza se han levantado otros pedestales. Desde el fondo de la cólera ciudadana han surgido los jóvenes políticos de Podemos dispuestos a solucionar nuestro futuro. Con el verbo caliente y el dedo imperativo señalan un nuevo rumbo de la historia. Es imposible no estar de acuerdo con ellos cuando gritan contra la injusticia social y prometen acabar con la corrupción, cuando se disponen a regenerar la democracia e intentan plantar cara al sistema. No pasaría nada si esas fórmulas de salvación se quedaran en la pizarra, pero el asunto se agrava cuando esos nuevos políticos están a punto de alcanzar el poder alimentados por el caldo gordo del apocalipsis social de andar por casa. Uno se pregunta si el miedo que generan en la gente mayor se debe a su inexperiencia, a los vanos sueños de su ambición, a su prepotencia, a su demagogia, al radicalismo antisistema edulcorado con una falsa sonrisa o no será que a cierta edad uno no comprende que el mundo ha cambiado y al no entender nada, solo tiene miedo de su propio miedo. Esos jóvenes redentores, que a través de las redes sociales se han encaramado en un pedestal, extienden el brazo hacia el horizonte, pero uno ya no sabe si en realidad señalan el sentido de la historia o al final quedarán en simples guardias de tráfico.
Me encantaría sacar un poco más de tiempo en los próximos días para compartir con vosotros (especialmente para Pachy y Lola) algunas reflexiones sobre lo que nos está pasando. De momento, como no dispongo de ese tiempo hoy, os dejo con algo interesante también, sobre las elecciones municipales en Roma y otras ciudades italianas. Es de un blog que a mí me gusta bastante y leo con mucha frecuencia, al final del testo que copio encontraréis todos los datos para localizarlo. "Perché il tutto è una tendenza europea e ormai anche americana: cioé il macrofenomeno che vede l'ex ceto medio, le ex "aristocrazie proletarie" e le generazioni più giovani tutti polverizzati in un'insicurezza globale, in un precariato che ormai è perfino più esistenziale che lavorativo, in un'atomizzazione senza più organizzazione di interessi (ah, che bella idea, la desertificazione dei corpi intermedi e dei sindacati), in una privazione di incidenza della propria rappresentanza elettorale, in un peggioramento concreto delle proprie concrete condizioni di vita e soprattutto in un vuoto di speranze.
ResponderEliminarNon è così strano che in un contesto così prevalga il voto "contro", quando si supera la tentazione di non andare alle urne. E questo voto contro va a chi sa meglio canalizzare la rabbia (Trump, Le Pen...) o riorganizzare la speranza (Sanders, Podemos...).
In Italia oggi i candidati del Movimento 5 Stelle (ma anche De Magistris a Napoli) sono una via di mezzo, tra queste due cose: canalizzazione della rabbia e riorganizzazione della speranza.
[Vento di dissappunto, in “Piovono Rane”, di Alessandro Giglioli. 18 giu.2016]
Para el artículo completo, copiad este link en el navegador: http://gilioli.blogautore.espresso.repubblica.it/2016/06/18/vento-di-disappunto/?refresh_ce
Editorial EP - La obra conjunta de Iglesias y
EliminarRajoy
Con su plan de destruir el centro, ambos nos condenan a la
ingobernabilidad
19 JUN 2016
A una semana de las elecciones generales, algunos tratan de hacernos creer
que los ciudadanos que se acerquen a las urnas solo tienen ante sí una única y
dramática decisión: apoyar a un bloque de derechas dirigido por el PP o, por el
contrario, sumarse a un bloque de izquierdas encabezado por Podemos.
Esa dicotomía es falsa e interesada. Primero, porque, como muestran todas las
encuestas, una mayoría considerable de españoles se sitúa en posiciones
ideológicas cercanas al centro. Segundo, porque, como muestra el sondeo de
Metroscopia publicado hoy por EL PAÍS, aunque la mayoría de votantes del PP
preferirían gobernar con Ciudadanos, y los de Podemos con el PSOE, los
socialistas y los de Ciudadanos se decantan con toda claridad por coaliciones
transversales que incluyan a sus partidos, antes que por fórmulas en las que
no estén ellos dos.
La lógica de bloques la promueven aquellos que quieren hacer creer que solo
se puede gobernar España desde un extremo ideológico en confrontación con
el otro extremo. Pero esta lógica no solo es falaz sino destructiva para nuestro
país. Basta con examinar las propuestas programáticas de los cuatro partidos
en liza —cosa que, por desgracia, una campaña electoral basada en las
emociones y el trazo grueso no parece estar permitiendo—, para comprobar
que la confluencia programática entre PP y Ciudadanos, por un lado, y PSOE y
Unidos Podemos, por otra, es mucho menor que la existente, por ejemplo,
entre socialistas y Ciudadanos.
El nuevo tablero político, multipartidista, hace bastante inútil reivindicar la
victoria en votos como única fuente de poder. Eso se aplica especialmente a
Mariano Rajoy: el mal balance de legislatura, su deteriorada imagen a costa de
los innumerables casos de corrupción sufridos en sus filas y su reticencia tras
el 20-D a abrir negociaciones conducentes a una investidura le invalidan para
liderar una coalición, necesariamente transversal, que promueva los cambios y
reformas necesarios para España. Además, si como indican las encuestas, sus
resultados fueran peores que los del 20-D, resultará muy difícil que continúe
como líder de su partido, ya que, como ha señalado Albert Rivera, eso cerraría
al PP toda posibilidad de permanecer en el Gobierno.
Al otro lado del tablero político, Pablo Iglesias es, pese a postularse como la
única alternativa a Mariano Rajoy, el dirigente con menos posibilidades de ser
presidente del Gobierno. Es imposible imaginar que los socialistas —después
de haber visto malograda la investidura de Pedro Sánchez por la resistencia de
Podemos siquiera a abstenerse— se dispongan ahora a convertir a Pablo
Iglesias en jefe de un Ejecutivo en el que el PSOE juegue el papel de
comparsa. Mantenemos la posición defendida en su día desde este espacio
editorial de que el PSOE no puede gobernar con Podemos porque esta es una
fuerza esencialmente populista y de variable orientación ideológica que no ha
demostrado fiabilidad ni actitudes como para gobernar para todos los
españoles. Esa posición es mucho más rotunda si el PSOE es tercera fuerza por
el deseo de los votantes de ver a los socialistas en la oposición.
Además, el camino hacia La Moncloa de Podemos se ve lastrado por el hecho
de que suscita casi tanta reticencia como el PP en el conjunto de la sociedad:
el 57% nunca votaría a los populares, y el 43% tampoco lo haría nunca por
Podemos, mientras solo un 14% manifiesta absoluto rechazo hacia el PSOE o
Ciudadanos.
La centralidad viene también obligada por el deterioro de las dos fuerzas
dominantes en el anterior sistema bipartidista, PP y PSOE, que parecen reunir
ahora una menor intención de voto, y posiblemente, menos escaños, que en
diciembre.
Sigue más abajo.....
.....viene de más arriba
EliminarHay que pedir a los electores que decidan su voto siendo conscientes del difícil
marco español y europeo en que les toca decidir. Y a los partidos, que
abandonen el terreno de la banalización y del simplismo. No se puede
confundir al electorado gritándole que no hay más opción que Rajoy o Iglesias.
Todavía existen muchos votantes indecisos y hay campaña por delante.
Desde la transversalidad se pueden encontrar soluciones de gobierno que
traigan a la vez cambio y estabilidad, y reformas sin rupturas, además de
soluciones para cuestiones enquistadas, como la de Cataluña. Por el contrario,
desde la polarización, el frentismo y la dinámica de bloques solo se puede
garantizar una continua crispación que conduce a que los problemas se
perpetúen.
No estoy de acuerdo con esa política de agitar el "miedo a Pablo Iglesias", el populismo, Venezuela (¡por diós, qué cansino es todo!) y no recordar "por qué" y "de dónde" salió esta gente: hay que decir la verdad. Salió de la desesperación de nuestro pueblo. A mí no me cae especialmente bien Pablo Iglesias, me gusta mucho más Alberto Garzón (me encanta) y afortunadamente esta vez no voy a tener que elegir entre papeleta morada y papeleta roja. Porque lo que no pareceis recordar (¿adrede?) los que hasta aquí habéis escrito, es que Podemos ahora se presenta con Izquierda Unida, Equo y otros partidos, y esa es la gran diferencia con el 20D. Yo estoy deseando que acaben los desahucios, que se tomen de verdad medidas contra el empleo precario y por un empleo digno; solo por poner estos dos ejemplos, porque tampoco se me olvidan los innumerables asesinatos de mujeres, que también quiero que paren de una vez. Y quiero sanidad pública gratuita y universal. Y quiero que se anule la LOMCE y la Ley Mordaza. Así que... claro que votaré, chicas: claro que sí. Por cierto, don Julito: tú a Ciudadanos, ¿verdad? Para las que piensen abstenerse: es otra manera de votar, y ya sabéis a quien le dais vuestro voto-abstención. No digo más.
EliminarCarissimi compagni:
ResponderEliminarAunque todos me conocéis sobradamente, por ser honesta como el profesor de Derecho Político de Pachi, os diré que soy una persona de izquierdas, radical en el sentido real de ir a la raíz de las cosas y feminista. Ésta es la posición desde la que analizo la realidad, los movimientos sociales en los que me muevo y las alternativas políticas que apoyo.
Puedo comprender, e incluso en alguna ocasión he compartido, las perpejlidades e indecisiones de Lola y Pachi, pero creo que en esta ocasión la abstención o el voto nulo son un lujo que no nos podemos permitir.
¿Qué sentido tiene no votar el 26 de junio? ¿A quién le favorece que nos quedemos en casa? ¿Cuál sería nuestro objetivo a corto plazo?
La única vez que me he abstenido fue en el referéndum constitucional de 1978 y lo hice porque se leía en clave política. Después he votado en todas las elecciones, pasando, como bien dice Pachi, del voto ilusionado, al voto útil e incluso al voto “en contra de”.
La abstención el próximo 26 no se lee en clave política de contestación a un sistema que no nos parece democrático. ¿Y a quién favorece? Claramente a la derecha, muchos de cuyos votantes siguen con ciega fe al líder como en otros tiempos aciagos.
En cuanto al objetivo a corto plazo, lo tengo meridiano: desalojar a estos depredadores del poder.
Lo que echo de menos son debates sosegados, en los que salgan a la palestra las ideas, la forma de ver el mundo de cada cual, las medidas que se van a adoptar.
Desafortunadamente no es eso lo que está ocurriendo y caen en el memorial de agravios, insultos y descalificaciones con mucha facilidad.
Pero lo más preocupante es que esa falta de escucha y facilidad en el reproche está llegando a ámbitos de amistad y compañerismo en los que deberíamos ser capaces de debatir y discrepar desde la consideración y el respeto.