31 octubre 2025

Obra ganadora del XI Concurso de Terror y Fantasía del Festival de la Ánimas 2025 de Soria (España)

 

La cena

Roberto Omar Román

 


 

Juan Oviedo conocía la obsesión de Emmanuel Astorga por la caza. Por ello, recomendó a Dara, su esposa, no ponerse el vestido de jaguar para la cena en casa del matrimonio. Adujo el temor de abrir alguna cicatriz en el alma del anfitrión, a quien, hacía un par de años, un león melena negra le había engullido, sin misericordia, el brazo derecho durante un infortunado safari. Y aunque Emmanuel Astorga mostró una tenacidad a prueba de sensatez –aprendiendo a manejar, con admirable habilidad, un revólver automático con la mano izquierda–, ahora sólo le tiraba, con más suerte que puntería, a los viejos y reumáticos patos del lago. La caza de grandes felinos había sido siempre su pasión vital.

Dara amenazó con no acompañar a Oviedo si persistía en hacerla cambiar de atuendo. Su soberbia rebasó los límites al imponer que él vistiera el traje beige de lana. Oviedo amaba a Dara, aceptó las condiciones, pidiéndole únicamente, a cambio, no mencionar el tema de la cacería. Dara emitió un pícaro gruñido de aprobación y, mordisqueando juguetona los labios de Oviedo, prometió devorarlo esa noche como a un borreguito.

El afable matrimonio Astorga recibió a los Oviedo a medias luces. Emanuel usaba un traje de piel de tigre de bengala; su mujer, un vestido largo de piel de pantera.

A los pocos minutos, Dara y los Astorga iniciaron una cruenta conversación carnívora, esquivando alusiones directas a la cacería. Oviedo se sintió abrumado e incómodo por la crudeza de los conceptos. Mirando alrededor, notó en el lóbrego comedor la falta de platos y cubiertos sobre la mesa, y la ausencia de sirvientes. Su inquietud aumentó cuando los anfitriones y Dara comenzaron a mostrar excitación: sus voces resonaban cavernarias y guturales. Se arrebataban la palabra como si disputaran un fiambre.

Emanuel Astorga, con la mirada puesta en una imaginaria lejanía selvática y ademanes vesánicos, relató inefables ataques a humanos perpetrados por hambrientas fieras. Dijo haber aprendido a cabalidad la agresividad, y amado con religioso fervor el majestuoso salvajismo de éstas. Que, en absoluto, le disgustaba la idea de comer carne humana –incluso la de sus fieles sirvientes–, bromeó. Dara y la señora de Astorga rugieron de entusiasmo. Los tres babeaban. La mortecina iluminación calcaba sobre la pared violeta las sombras de sus manos, emulando zarpas prontas a destazar.

Dara respetó la recomendación de no mencionar el tema de la cacería durante la cena. Y también cumplió la promesa de devorar a Oviedo. Omitió agregar que convidaría a los Astorga.


 

7 comentarios:

  1. ¡¡¡Formidable, Roberto!!! Nunca nos decepcionas.
    Tienen buen gusto en Soria.

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  2. Historia muy original, pero demasiado truculenta para mis gustos. Saludos

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  3. Ah, pues a mí me encanta.
    Me recuerda a algún relato del extraordinario Cortázar.
    Gracias.

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  4. Fantástica la preparación para el evento, que nos muestras desde el inicio, el ambiente creado con la tenue luz y, la argucia utilizada por Dara para conseguir su propósito, todo ello configuran una surrealista narracion que me recuerda a la escritora Leonora Carrington. Enhorabuena por haber conseguido el primer

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  5. Estupendo relato. Imposible ponerle un pero. ¡Grande!, Roberto.

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  6. ¡Muchas felicidades, Roberto! Disfruté mucho tu obra. Fuerte abrazo. Eugenio.

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  7. Como siempre... nos transportas a tu mundo. Felicidades 👏 👏 👏

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