Patrimonio sentimental. La Salita degli Scalzi
Per quattro lire in più
Julio Sánchez Mingo
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07:04, 8 de septiembre de 2024. J. S. M. |
Hace ya años, Luis Fernández-Galiano, arquitecto, catedrático de Proyectos, miembro de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, escribía “… el patrimonio arquitectónico pertenece al arte y a la historia; pero pertenece aún más al sentimiento…”. Yo añadiría que también el paisaje, el territorio, el entorno que nos rodea o el árbol que nos procura oxígeno y hemos visto crecer desde chavales, pertenecen a nuestro patrimonio colectivo y personal, nos identificamos con ellos, y su desaparición o su alteración afectan a nuestras emociones. Cuando se destruyen, alteran o dañan esos bienes, materiales o inmateriales, se nos produce dolor. Una compañera de trabajo me narraba que, siendo niña, lloraba desde su ventana viendo talar los árboles de Doctor Esquerdo cuando se suprimieron los bulevares de las Rondas, espacio muy importante para ella pues se trataba de su lugar de reunión y juego, que desapareció de un plumazo para siempre. Esa actuación municipal dio paso al ruido y la contaminación, a la pérdida de valor de los inmuebles y, por supuesto, a la aflicción de muchos madrileños con un mínimo de sensibilidad. Casi siempre, la causa de esos desmanes es la codicia humana, el dinero que unos pocos obtienen a costa de perjudicar a muchos, la ignorancia, la carencia de perceptibilidad, la pobreza de espíritu, la falta de visión, la mayoría de las veces con la complicidad de los gestores públicos, fieles a sus intereses espurios.
Muchas son las normas y regulaciones para evitar tantas tropelías, pero el ansia de dinero hace trabajar la mente de aquellos que venden su alma por un céntimo de euro para obviar cualquier precepto legal o moral, faltos absolutamente de empatía hacia los demás.
Las muestras de estos desafueros contra la ley o contra el sentir del ciudadano, son infinitas. Todos sabemos de alguna que nos ha afectado directamente, pero hay una que en las últimas semanas me ha dolido especialmente.
En Gaeta, en Italia, Porto Salvo ─también llamado el Borgo, que fue municipio independiente de 1897 a 1927 con el nombre de Elena, en honor de la entonces princesa homónima, futura reina de Italia─ es el antiguo barrio de pescadores, marineros y campesinos. Su arteria principal es la enlosada de basalto negro Via Indipendenza, a mitad de cuyo trazado se abrió hace unos meses un restaurante taberna de nombre Bless, apelativo un tanto sarcástico en este caso. Frente al establecimiento hostelero, que ya ocupa con mesas y sillas de su terraza al aire libre parte de la estrecha, comercial y peatonal calle, se abre una larga escalinata que sube a la iglesia de Santa María de Porto Salvo, también llamada degli Scalzi ─por el desaparecido convento anexo de los Agustinianos Descalzos─ que también ha sido invadida con más sillas y mesas del negocio. Un rincón mágico, paso obligado para dirigirse al templo, se ha vulgarizado y ha perdido su encanto. El propietario y promotor del desaguisado ha hecho gala de una falta absoluta de respeto y consideración hacia sus convecinos y transeúntes, especialmente los fieles que acuden al lugar de culto y las cofradías religiosas que procesionan a sus venerados Santos Cosme y Damián.
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Imagen promocional del establecimiento. |
Para mayor escarnio, en su correspondiente página web se muestra un bonito dibujo de la Salita degli Scalzi ¡antes del estropicio!
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Dibujo promocional del establecimiento. |
Al parecer, no estoy muy seguro de todo ello —no he leído ninguna noticia fiable al respecto, sólo he escuchado comidillas— la presión ciudadana para revertir el desatino ha sido notable, han intervenido hasta los tribunales y el ayuntamiento ha mirado para otro lado.
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Junio 2023. Sin establecimiento hostelero. J. S. M. |
La gente con alma noble, sentido ciudadano, conciencia y responsabilidad se autolimita y se autocensura, pero hay muchos que tienen una caja registradora por corazón y aprovechan cualquier circunstancia que les pueda favorecer para elevar sus beneficios.
PD. Bien dice el poeta gaetano Alessandro Vaudo: “Hay quien de una iglesia hace un restaurante”.
Inspirado en el artículo, ha escrito esta misma mañana este texto:
Per quattro lire in più
Non posso parlare,
di cose importanti
perché non lavoro
e lo faccio lo stesso
ma chi di dovere,
che potrebbe anche agire,
riesce sempre a trovare
altre cose da dire,
per quattro lire in più,
per quattro lire in più.
Si oltraggiano leggi, le quali han deciso,
gli stessi malvagi, chi poi avrà voluto
fossi l'escluso del lor sporco gioco,
riempire le tasche e tradire anche il voto.
Per quattro lire in più,
per quattro lire in più.
Si vendono all'asta, ai concessi ai lavori,
permessi edilizi, posti auto e condoni.
Riempire le tasche sembra quasi un dovere
e a farne le spese, chi non ha il capitale.
Per quattro lire in più,
per quattro lire in più.
Chi ruba al demanio, chi impreca il demonio,
chi fa di una chiesa quasi il suo ristorante,
non manca più niente, più niente è abbastanza,
che oramai l'indecenza è lamentarsi in sostanza.
Per quattro lire in più,
per quattro lire in più.
Per quattro lire in più,
per quattro lire in più.
Alessandro Vaudo
Gaeta, 21 settembre 2024.
Me entregaba muchisimo el argumento y ademas condivido todo de lo que dices.
ResponderEliminarGracias por haber compartido el testo de la canciòn por tu Blog. A presto Julio Sánchez Mingo.
Alessandro
Querido Julio, poco a poco nos están arrebatando nuestras raíces, nuestros recuerdos...per quattro lire in piú., e noi in tanto, rimaniamo in silencio.
ResponderEliminarnoinorimaniansilenziorrrrimaniamo
Bueno... en Madrid tenemos en estos momentos un ejemplo de obras que están destrozando un barrio. Todo, por la infinita codicia de cierto individuo que aunque los tribunales le prohiben seguir, él sigue floreciendo......
ResponderEliminarMadrid está francamente paleto, descuidado, con un ayuntamiento que no trabaja por su decoro y el bienestar de sus ciudadanos.
EliminarAyer me di un paseo desde Argüelles hasta Lavapiés, pasando poor plaza de España, Gran Vía, Sol, Santa Ana y Antón Martín y el balance fue descorazonador.
Parece mentira que una ciudad haya podido perder tanto.