16 noviembre 2023

Los problemas acuciantes

Julio Sánchez Mingo

He estado tres semanas largas fuera de casa, en un país fascinante y sorprendente, acogido cariñosamente por amigos, familiares y mucha gente anónima con la que me he cruzado en el día a día. Sin embargo, una vez más, he podido constatar que allí la vida resulta muy dura para gran parte de su población. Millones de sus habitantes se enfrentan cada mañana a la difícil tarea de buscarse el sustento del mediodía. La venta ambulante, la preparación y el servicio de comida callejera, la mendicidad, copan la actividad de casi todos ellos. Un trayecto de media hora en metro implica enfrentarse a la oferta continua, por la cifra mágica de unos 60 céntimos de euro, de todo tipo de productos y artículos, algunos de ellos de lo más inverosímil y sorprendente. Desde unos caramelos de miel para la garganta a unas parpadeantes lucecitas LED para adornar, por ejemplo, un arbolito de Navidad, o unos patitos amarillos de plástico, para que los niños jueguen en la bañera, o una cinta adhesiva de doble cara. Todo se vende. A esas tareas también aportan su tiempo y esfuerzo tanto niños como ancianos. En los supermercados, hay personas mayores que embolsan la compra por una propina.

Noviembre de 2023. Ancianos lavando un cochazo frente al hotel Four Seasons del paseo de la Reforma. J. S. M.

Los menos parias realizan trabajos subalternos. Las mujeres se dedican al servicio doméstico. Los camareros viven de las propinas y batallones de aparcacoches reciben en consigna cochazos de lujo, de volumen desmedido. La desigualdad es lacerante, duele, porque abundan los demasiado ricos, las mansiones en parcelas inmensas, los barrios jaula de oro. La concentración de magníficos restaurantes de sofisticados diseños, que no he visto en ninguna de las grandes capitales europeas, es, podríamos decir, obscena. La capital del país es un atasco de trafico permanente y, lógicamente, es una de las ciudades más contaminadas del planeta. Su metro es a todas luces insuficiente y a casi todas horas está saturado. El transporte público colectivo sufre graves carencias. Enjambres de furgonetillas y camionetas tratan de cubrir los desplazamientos de los ciudadanos en el extrarradio. Por el contrario, abundan espectaculares centros comerciales de tamaño descomunal y la inversión inmobiliaria en grandes hoteles o en colosales edificios de servicios de más de cincuenta plantas me maravilla. Estos crecen como setas, lo que choca a un madrileñito como yo, en cuya ciudad solo existen cinco construcciones de esas dimensiones. La clase media tiene poco peso. Es normal que un empleado asalariado desayune o almuerce en alguno de los infinitos puestos de comida apostados frente a los edificios de oficinas.

Pirámide de clases sociales. México 2020. Fuente: Secretaría de Economía. INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía). Cifras en pesos mexicanos.

Según me dicen, la enseñanza pública es paupérrima y para enfermar hay que ser millonario y así poder ser tratado en carísimos y magníficos hospitales privados. En los centros públicos falta de todo y las listas de espera son inasumibles. La diabetes y la obesidad causan estragos.

 

Noviembre de 2023. Dos jóvenes obesas en la avenida de Francisco I. Madero. J. S. M.

Los productos frescos son caros y se abusa de los alimentos ultraprocesados, el gran negocio de las multinacionales que campan a sus anchas, a despecho de las campañas gubernamentales que obligan a etiquetar los productos envasados con las leyendas exceso de sodio, exceso de grasas saturadas, exceso de calorías, exceso de azúcares.

Las redes de abastecimiento de agua potable solo alcanzan a un máximo de un 30 por ciento de la población. Los retos y problemas a los que se enfrenta el país son enormes, agudizados por la violencia, la inseguridad ciudadana y la corrupción política.

Desde ese entorno y en la lejanía, he seguido con frialdad la vida política española. He advertido que mis compatriotas, que en general viven bastante bien, aún con idénticos problemas pero, afortunadamente, bastante minimizados, se dejan enredar por cuestiones que crean y fomentan ciertos personajes políticos que solo velan por su propio interés, que conciben polémicas artificiales que polarizan a los ciudadanos, que terminan enfrentándose agria y hasta violentamente. A esos individuos les cuesta encarar las cuestiones acuciantes, importantes de verdad, para las personas y el planeta tierra y no hablan de las tediosas, aburridas cosas que marcan nuestras vidas y las de las generaciones venideras. También vergüenza me da ver tal derroche de energías y comisión de actos vandálicos por el perdón a un caradura sinvergüenza y cobarde cuando se ha perdonado, amnistiado e indultado a tanto delincuente que ha salido de rositas, sin olvidar al de Abu Dabi. Y nadie de ninguno de los dos polos ha rechistado en su momento. Lo que importa es afrontar adecuadamente la gestión de la sanidad, de la educación, del medio ambiente, de la galopante inflación y no entrar al trapo en materias propias de discusiones de sesudos expertos en derecho administrativo. Precisamente, Sergio del Molino se quejaba esta semana con dolor en un artículo de que, en 2011, estaba en una planta del hospital Vall d’Hebron de Barcelona, donde su hijo esperaba un trasplante de médula, cuando les anunciaron que racionaban los pañales y otros suministros básicos para los niños hospitalizados. Un gestor encargado de los recortes sanitarios más salvajes que se habían visto en democracia decidió que Cataluña no disponía de recursos para la higiene de los niños con cáncer. La gente se manifestó en contra de estas medidas y el gobierno regional de Artur Mas respondió con una carga policial brutal en 2012, que le costó un ojo a una manifestante. Ellos ya pensando en su procés, gastándose dinero del erario público para desarrollarlo y las criaturas enfermas sin lo importante, una atención adecuada. Y tristemente, muchos catalanes les aplaudieron, apoyaron y siguieron en 2017.

Cuando el diablo no tiene que hacer… o, en nuestro caso, no sabe cómo hacer… con el rabo mata moscas.

Y no olvidemos el genocidio de Palestina.


 


3 comentarios:

  1. Has de saber, Sancho, que algunos que se dicen políticos son solo paniaguados con la boca llena de grandes palabras, como si nunca hubieran comido caliente; en cuanto la poltrona les acaricia las posaderas solo miran por lo suyo sin saciarse nunca, y su hambre es tan grande que no cabe en ese llano nombre pues es solo codicia.
    De no ser por las desbaratadas hechuras de nuestro padre Don Miguel, acá un trozo de tibia y allá medio costillar, a buen seguro arremetía contra esa caterva de chorizos que ni para dar sustancia a un caldo sirven.

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  2. Muy buena crónica social de un viaje. En cuanto a la codicia de algunos políticos (no generalicemos), recuerdo a uno murciano más conocido por "Lubina mismo", por su habitual repuesta cuando el maître le preguntaba qué quería comer.

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  3. Así es, Julio. Un país con sus encantos, pero también sus desgracias. La desigualdad es marcada. Me sorprendió que el INEGI publique una gráfica tan mal proporcionada: la base debiera ser mucho más ancha, con una inmensa mayoría en la pobreza, y la cima apenas visible. Un fuerte abrazo para allá. Como siempre, un gusto compartir buenos momentos y muchas ideas.

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