11 febrero 2022

A Mila por siempre

Isabel Camblor

 


Querida Mila:

Tuve el privilegio de conocerte hace cuatro años, cuando tú tenías noventa y dos, entonces estabas empezando a escribir tu segundo libro, “En el atardecer de la vida”.

Recuerdo cómo me sorprendió la bellísima lírica de tus contrastes: pasión y serenidad, ambas entrecruzadas como la doble hélice que cimenta nuestra misma existencia. Lo primero que quiero agradecerte, querida Mila, es que me cedieras tu ánimo feliz en un momento en el que el mío flaqueaba. Me lo diste sin que fuera necesario pedírtelo, porque tú eras así, tenías la habilidad y también la generosidad para ceder las cosas que eran tuyas sin esfuerzo, simplemente lo entregabas y, como además contabas con el enorme don de la sencillez todo el mundo sabe que ese es el verdadero talento de los sabios, yo lo recogí con la seguridad de que ya me pertenecía. Creo que contigo todos nos sentíamos así, eso he ido observándolo con el tiempo. No era solo yo, éramos todos.

Lo segundo que debo agradecerte es lo mucho que aprendí contigo, especialmente a través de tu tercer libro, Hija de la guerra civil. No imaginas lo que nos conmovía a todos tu sensibilidad, ¿cómo era posible componer con tanta ternura los fragmentos de un tiempo hecho añicos, un espacio furibundo en el que parece imposible que tú hayas podido habitar? Dulce Mila, hay que ser muy generosa y muy noble para tener la capacidad de escribir desde el amor, no solo por la crudeza de tu tremenda experiencia, sino sobre todo por ser capaz de contárnosla a pesar de la dureza de tus circunstancias. Transcurrían los días de 2020, el primer año de esta angustiosa pandemia, y tú, con tus noventa y cuatro años, permaneciste aislada en tu habitación de la residencia, ocho larguísimos meses solitarios, pero ni un día dejaste de escribir, y lo hiciste sin que se revelara en tus palabras ni un solo atisbo de dolor o flaqueza. Claro, eras una verdadera hija de la guerra.

Nos mostraste con la candidez de tu relato el único camino para aceptar todo lo que sucedió e incluso para reconciliarnos con lo que fue el horror de esa absurda contienda entre hermanos. Tu ternura, querida, sobre todo tu ternura, la de la niña vulnerable que fuiste y que, aún perpleja frente al espectáculo de la destrucción premeditada, fue capaz de sobrevivir sin perder un ápice de su capacidad para amar.

Mila, parece que lo hayas vivido todo, no sabes cómo admiro tu presencia omnisciente y esa desenvoltura tuya para hacernos llegar un espacio tan distante, extremadamente remoto. Te imagino siempre, en cualquier época, en cualquier tiempo y espacio, caminando vertical a través de un mundo quebrado y fuera de ningún alcance, un mundo que nosotros contemplábamos como algo universal y anónimo y que tú nos acercaste para que pudiéramos palparlo, todo eso que para nosotros solo era una idea deshilachada, un espacio de la Historia ya deshabitado, de pronto estaba al alcance de nuestras manos. Gracias, querida Mila, también, por enseñarnos esa manera de mirar al pasado. Ahora que te has marchado echamos la vista atrás y ya no vemos vencedores ni vencidos, no vemos ejércitos cautivos y desarmados, no vemos rencor ni recuerdos enconados. Tú sabes que el único principio que mueve al mundo es el amor y así nos lo has transmitido.

Querida Mila: comenzaste este año ya muy cansada, trabajando en tu cuarto libro en el que contabas cómo estabas viviendo la pandemia: pero llegó un nuevo positivo, otro aislamiento, más castigo, como nos decías, y ya ibas en silla de ruedas... demasiada injusticia para una Señora con mayúscula. Y decides dejarnos ya, irte una mañana de viernes, antes del mediodía, porque consideras que ha llegado el momento de reunirte con tu gran amor, que hace demasiados años que se fue y ya no quieres hacerle esperar más. Nos dejas a todos con los párpados fruncidos, desdibujados, atónitos en las antesalas de la residencia, un lugar que ya todos sentimos como nuestro, como una extensión de nuestras casas. Perdónanos si no pudimos evitar resistirnos a dejarte ir, por llorarte tanto, y porque sigamos aún llorando, pero entiende que, aunque fuera por egoísmo, nosotros te queríamos aquí.

Querida Mila, sé ya feliz para siempre, como tú querías, con Ignacio, con tus padres, con tus hermanos queridos del alma, con Mari Paz, donde quiera que estéis, nadie lo merece más que tú, pero por favor, sigue cuidándonos como siempre hiciste.

Te querremos siempre.

Isabel Camblor es novelista, escritora y profesora.

 

Mila Gutiérrez, fallecida el pasado 4 de febrero, es la autora del libro de memorias Hija de la Guerra Civil, editado por la Fundación Mari Paz Jiménez Casado, fundacionmaripazjimenez.org, dedicada principalmente a la lucha contra el sarcoma y su atención sociosanitaria.

6 comentarios:

  1. Muy bella despedida

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  2. Preciosa despedida,se ha hecho querer por todos,y como no,por su yerno preferido,que tantas veces le gastaba bromas,que ella no entendia,e incluso se enfadaba..jejeje!!
    Con una pena muy grande,te hemos despedido y te estaba echando de menos desde ese momento,te hemos querido,y queremos siempre,porque tu vas al cielo,y a nosotros nos dejas tanta paz como tu te llevas y te deseamos que rueges por nosotros y siempre estarás en nuestro corazón.Seras mi segunda madre,porque asi lo siento...Un beso muy grande!!

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  3. Preciosa despedida y mejor ejemplo de mujer frente a la dura vida

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