08 diciembre 2016

El Solitario y nosotros. Acoso en las aulas

Julio Sánchez Mingo

Diciembre de 2016

A Mario, Diego y Alba, que están en edad escolar

Jaime Giménez Arbe, El Solitario, fue alumno de mi colegio. Sus compañeros de clase le llamaban El Ruso. Fue el mayor y más peligroso acosador que yo conocí en mis años de bachiller. Un individuo amoral, más bien bobalicón, histriónico, mentiroso y cínico, mitómano, zalamero, mañoso, nada inteligente, sin capacidad para analizar y calibrar las consecuencias de sus actos, con la astucia propia del delincuente.
El escritor Lorenzo Silva dice de él en un artículo publicado en el diario El Mundo el 29 de julio de 2007, pocos días después de su detención en Figueira da Foz: “... Ahora sabemos que ni siquiera hizo la mili, al diagnosticársele una enfermedad mental que lo incapacitaba para el servicio. Se ha hablado de esquizofrenia, paranoia o más vagamente de psicopatía. Sin pretender afinar un diagnóstico que seguramente requiere de un análisis más riguroso, algún experto apunta más bien hacia un trastorno de la personalidad de tipo paranoide, que reforzaría los rasgos obsesivos, la desconfianza, la meticulosidad en sus acciones, pero permitiéndole mantener el control de sus actos, algo que ha demostrado a lo largo de una larga ejecutoria criminal...” (1).

Durante el año académico 69-70 se dedicó a atosigar y mortificar a un compañero de su curso, hermano cuatro años menor de uno de mis más queridos amigos, entrañable camarada de clase y de correrías. El asunto fue aumentando de intensidad y llegó a las amenazas de muerte. La victima hizo lo mejor que podía hacer, recabar la ayuda de su hermano mayor. A éste le faltó tiempo para pedirnos a sus íntimos que les arropáramos cuando fuere necesario.
Tras un incidente a la salida del colegio, yo estuve presente, no me lo han contado, a la que Giménez acudió acompañado de tres o cuatro pandillleros de barrio, el director, il preside, un personaje autoritario, que se declaraba mussoliniano ardente, y que no se andaba con remilgos, procedió a su expulsión, fulminante y definitiva. Problema solucionado y concluido.
Lamentablemente los padres del interfecto no debieron tomar las medidas adecuadas, considerando en qué se convertiría el angelito con el transcurso de los años.

Aquellos, y otros lejanos sucesos como la historia de Lo stronzo (2), me han hecho pensar toda la vida sobre el acoso escolar, un problema candente, de actualidad, que puede conducir, incluso, al suicidio del acosado.
Ante estos episodios de hostigamiento creo que la mejor solución es que la victima haga de tripas corazón y exponga la tesitura que está viviendo a los compañeros más allegados, sería rarísimo no tener alguno cercano. Además, debería buscar el apoyo, el cobijo, de los líderes naturales de la clase, que nunca son acosadores. Es muy difícil, hay que vencer timideces, complejos, pero se debe hacer así. Y, desde luego, contárselo a los padres y al profesor tutor. Creo que todo ello es la mejor forma de evitar sufrimientos, angustias y, eventualmente, males mayores.
También se cortarían de raíz muchos casos de acoso escolar si los testigos de este tipo de hechos, habitualmente mudos para no complicarse la vida y evitar que se vuelvan contra ellos, los denunciaran.
En ocasiones la situación no es necesariamente la de acoso propiamente dicho pero el perjudicado la percibe como tal y el contraste de opiniones con familiares y amigos puede sacar a alguien del pozo.

Un centro educativo no se debe convertir en un infierno para muchos chavales sino en el lugar donde se aprende, se socializa y se disfruta. Yo fui muy feliz en mi colegio, pero ha habido compañeros que me han confesado, ya adultos, que para ellos fue un horror.

Desconozco si actualmente en los colegios españoles se hacen ejercicios de redacción dentro de la enseñanza de Lengua y Literatura. Lo mal que escribe y se expresa la gente joven me hace pensar que no.
Si yo fuera profesor de esa disciplina propondría a mis alumnos un trabajo, anónimo, escrito e impreso con el ordenador. El tema debería tratar las siguientes cuestiones:

  • ¿Eres o te sientes acosado? ¿A qué crees que es debido? ¿Qué medidas has tomado o vas a tomar para solucionar el problema?
  • ¿Eres acosador? ¿Por qué?
  • Si no eres ni acosado ni acosador, cuando has percibido un episodio de acoso entre tus compañeros ¿cómo has reaccionado?

Y leería en clase las composiciones con las respuestas.

Todos los padres deberían analizar y contemplar la posibilidad de que su hijo sea un acosador, no autoengañarse y tomar medidas a tiempo. Seguramente le harían un favor a su retoño y evitarían que se convirtiera en un delincuente como El Solitario.
Giménez Arbe cumple actualmente, entre otras, una condena de prisión de 47 años por el asesinato de dos guardias civiles.


Campaña contra el acoso escolar de la Comunidad de Madrid. Otoño 2016

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