Odio a los indiferentes
Antonio Gramsci (1891-1937)
Traducción y preámbulo de Julio Sánchez Mingo
Gramsci, hombre de origen humilde, con problemas de crecimiento y salud desde la niñez —seguramente afectado por una tuberculosis osteoarticular—, se involucró desde muy joven en política. Pensador, escritor y periodista, fue uno de los intelectuales italianos más destacados del siglo XX. Fundó el Partido Comunista de Italia junto con Amadeo Bordiga. Diputado en 1924, fue confinado y encarcelado por Mussolini en 1926. Por razones de enfermedad, a partir de 1933 fue recluido sucesivamente en distintas clínicas. Primero bajo severo aislamiento y, desde octubre de 1934, en libertad condicional. En abril de 1937 es perdonado pero fallece pocos días después en la clínica Quisisana de Roma, sin haber llegado a disfrutar de la libertad plena.
Es un ejemplo de dignidad y compromiso público, de entrega desinteresada y de oposición a la dictadura fascista, de capacidad de superación y fuerza frente a la adversidad y autor de una extensa bibliografía sobre teoría política, sociología, antropología y lingüística.
Odio a los indiferentes. Creo que vivir significa tomar partido. Cualquiera que viva de verdad no puede dejar de ser ciudadano y tomar partido. La indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por ello odio a los indiferentes.
La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia actúa poderosamente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; es con lo que no se puede contar; es lo que altera los programas, lo que desmonta los planes mejor trazados; es la materia bruta que anula la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se cierne sobre todos, es posible porque la gran mayoría de los hombres abdica de su voluntad, permite que se promulguen leyes que sólo unas revueltas podrían derogar, permite que lleguen al poder personas que sólo un motín podría derrocar. Entre el absentismo y la indiferencia, unas pocas manos, no supervisadas por control alguno, tejen la red de la vida colectiva. Las masas lo ignoran, porque les da igual. Y parece ser el destino el que arrasa con todo y con todos, como si la historia no fuera otra cosa que un enorme fenómeno natural, una erupción, un terremoto del que todos somos víctimas, tanto los que lo desearon como los que no, los que sabían y los que desconocían, quienes habían sido activos y quienes habían sido indiferentes. Ante los hechos, unos se lamentan lastimosamente y otros protestan con dureza, pero nadie, o muy pocos, se preguntan: si yo hubiera cumplido con mi obligación, si hubiera intentado hacer valer mis deseos, ¿habría sucedido lo que aconteció?
Odio a los indiferentes también porque me molestan sus continuas lamentaciones de eternos inocentes. A cada uno de ellos pediría cuentas de cómo realizan la tarea que la vida les ha impuesto y les impone cada día, de lo que hacen y, especialmente, de lo que dejan de hacer. Y creo que puedo ser inexorable, que no tengo que malgastar mi compasión, que no tengo que compartir mis lágrimas con ellos. Me involucro, vivo, siento en las conciencias que me son cercanas la actividad de la ciudad futura que estamos edificando. Y en ella la carga social no reposa sobre unos pocos, todo lo que sucede no es fruto del azar, de la fatalidad, sino que es obra inteligente de los ciudadanos. No hay nadie allí que permanezca en la ventana mirando mientras unos pocos se sacrifican y se desangran. Vivo, me comprometo. Por eso odio a los que no toman partido, odio a los indiferentes.
11 de febrero de 1917
Nota del traductor. Partidista, de partidismo, tiene una connotación negativa en español. Por ello prefiero utilizar el que toma partido, el que se involucra, es decir, en lenguaje coloquial, el que se moja.
Martin Luther King: no me estremece la maldad de los malos, sino la indiferencia de los buenos
ResponderEliminarJulio, muy muy cierto. Nos humildes y mundanos ciudadanos no tenemos capacidad de mover masas e influir, pero nuestra actitud y proactividad , aunque sea uno a uno, en la permanente defensa de los derechos de nuestros vecinos, compatriotas, amigos, no siendo indiferente a nada que sea injusto, es con seguridad una semilla que germinará.
ResponderEliminarYo además no veo otra forma de cambiar la sociedad mas que el ejemplo personal, la inmplicación y no ser indiferente a ninguna injusticia.
Gracias Julio, por no ser indiferente y recordarnos este gran texto. ¡Saludos!
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