05 enero 2023

Letras

Julio Sánchez Mingo

La pasada semana acudí como acompañante al servicio de Oftalmología de un hospital madrileño. Mientras esperábamos a ser atendidos, oí como, en una sala que tenía la puerta entreabierta, estaban midiendo la agudeza visual de una señora, supongo que frente a la consabida tabla optométrica. La mujer hacía referencia a los símbolos que veía indicando agujeros y ranuras, no letras. En ese momento, el que supongo su hijo, que esperaba a nuestro nuestro lado sin dejar de mirar el teléfono —un hombre de unos cuarenta y cinco años, desaliñado, vestido con pantalones de chándal y calzado con deportivas, lo que nosotros de pequeños llamábamos playeras— se dirigió desde el dintel de la puerta a la profesional de pijama blanco que realizaba la prueba, advirtiéndole que la paciente no sabía leer, aunque sí reconocer números.

El alma me dio un vuelco y una gran pena se apoderó de mí. Imaginé que se trataría de una persona de origen muy humilde, que no habría podido escolarizarse por trabajar desde muy niña para contribuir al sustento de la familia, como ha sucedido, algo verdaderamente lamentable, desde tiempo inmemorial, sobre todo en comunidades agrícolas apartadas. Medité lo que la lectura y la comprensión lectora aportan a los humanos, el conocimiento que nos transmiten, las puertas que nos abren a un mayor y mejor disfrute de la vida, a soñar y ocupar otros lugares, a un mundo de posibilidades infinitas. Por desgracia, un analfabeto es un tuerto vital.

Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi salir de la sala de exploraciones a una jacarandosa mujer, no mayor de setenta y cinco años, enjoyada con pendientes, sortijas y una ostentosa cadena de oro colgada del cuello. Entonces pensé en aquella gente que por falta de medios se vio condenada a la ignorancia, mientras otra, por dejadez, desinterés, desidia, sin estímulos de sus cercanos, se dejaron arrastrar a la incultura más absoluta.

Qué mis queridos lectores mediten y saquen sus propias conclusiones y enseñanzas de esta corta escena.

Quiero que esta modesta loa al conocimiento, al saber, a la formación, a la ensoñación, sea mi regalo de Reyes de este año para aquellos que siguen semana a semana las publicaciones de los escritos de mis amigos y míos. Feliz 2023.

 

7 comentarios:

  1. Cuando era médico de cabecera me sorprendía la cantidad notable de personas mayores analfabetas. Hoy, muchos saben leer y escribir más, como demuestra un reciente estudio publicado, ¡¡¡muchísimos no comprenden el significado de textos muy simples!!!

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  2. ¡Feliz 2023, Julio!
    Que sea el mejor año. También que vengan muchos, muchos años más.
    Sorprendente escena la que relatas. Recordatorio de lo distintas que pueden ser las vidas de cada ser humano.
    Fuerte abrazo para allá.
    Eugenio

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  3. Feliz año Julio y para tus amigos lectores.
    Tu relato me bevo recordar aquellas personas que confirmaban un ingreso bancario indicando al operario bancario i
    “_yo el dedo_” , su huella como firma confirmación la operación .
    Gracias Julio . Salud para todos

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  4. Me deja sorprendidisima tu relato.No pensé que ya en esas edades quedará algún analfabeto...demuestra muchísima falta de interés de ella y de toda la familia
    Incomprensible que le dé igual todo lo que se pierde al no saber leer
    Feliz Año

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  5. Julio,
    Genial texto para regalo de Reyes. Yo he conocido alguna pobre mujer como la que ingeniosamente describes, y no hace mucho tiempo.
    Un fuerte abrazo, genio,
    Javier

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  6. No todo el mundo tiene la suerte de nacer en el seno de una familia que crea en que, aprender a leer y escribir es una de las cosas más importantes de la vida. Cuando creces sigues en ese mismo círculo y nada te mueve a aprender. La belleza que nos rodea la percibimos a través de los sentidos, pero si no sabes leer, ¿cómo llegas a los lugares a los que necesitas desplazarte? Siempre dependerás de la disposición que tengan los demás para ayudarte.

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