01 diciembre 2017

Mi madre, la espuma y la memoria

Carmen García Delgado


Hace cuatro años que murió mi padre y que mi madre empezó a perder memoria y habilidades.
Cuando la ducho, ante su desnudez y fragilidad, pienso que hasta hace pocos años ella, enérgica, fuerte y mandona, era la que cuidaba de mí; ahora, vulnerable y dependiente, yo la cuido y la protejo.
Después de ducharla la siento en su tocador para peinarla, el mismo tocador de siempre que tanto me fascinaba cuando era niña, con todos esos cajoncitos, los botes de cristal tallado y el juego de peines y cepillos con mango de plata.
-¡Qué hermoso pelo tienes, carabí!- ¿Te acuerdas mamá? Me lo cantabas cuando era pequeña para distraerme y que me dejara peinar. -¿Quién se lo peinará, carabiurí, carabiurá?
En el espejo del tocador que refleja a ambas veo sus ojos azules, preciosos, de mirada vacía, su cara inexpresiva. No dice nada.
Sin embargo, todo cambia a media tarde cuando le llevo la merienda. Abre el bote de cacao con impaciencia, se pone dos buenas cucharadas en el vaso y echa un poquito de leche. Metódicamente revuelve la mezcla, aplasta contra la pared de cristal los grumos que se han formado, lo llena del todo, bate para que salga espuma, comprueba la temperatura del vaso con las manos y da un buen trago. Después, golosona, relame el borde violáceo con algún puntito marrón que se le ha quedado en los labios.
-María- me dice -no le cuentes a mamá que me he puesto tanto cacao porque si no me va a regañar.
Siempre me quedo con ganas de contestarle
-Te guardaré el secreto, Carol.
Pero me contengo por no confundirla más y me quedo extasiada ante la mirada azul traviesa que no conocía y la risa que se le escapa a borbotones, sintiendo que mi madre es dueña del único territorio que aún conserva: su infancia.

JSM

5 comentarios:

  1. Precioso, entrañable.
    La infancia: ese paraíso que algunos hemos tenido la suerte de conocer y que nos ayuda a seguir
    Un enorme beso querida Menchu

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  2. No volver a llamarlas mamá, qué pena más gorda… Gracias, Menchu, te quiero.

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  3. Muy bonito y real como la vida misma.
    Yo también perdí a mi madre con una perdida previa de la cabeza y vuelta a su niñez y es muy triste por lo que conlleva y por el aviso del final que se avecina.
    Enhorabuena a la magnífica escritora que tan bien ha sabido reflejar a una situación tan delicada!!!

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