15 diciembre 2017

Día de Muertos 2017 en Ciudad de México


Texto y fotografías de Julio Sánchez Mingo


A Clementina Cruz, por su aportación a mi conocimiento de la cultura popular mexicana


La primera vez que fui a viajar a México le pregunté a una amiga mía mexicana qué era lo más interesante de su país. Sin dudarlo un segundo me contestó que la cultura popular.
Uno de sus máximos exponentes es la celebración del Día de Muertos, el 1 y el 2 de noviembre, cuyos preparativos comienzan unas fechas antes. De origen mesoamericano, coincide con las conmemoraciones católicas de Todos los Santos y los Fieles Difuntos. Se trata de una de las festividades más antiguas y populares de México y, como muchas de sus tradiciones, nace de la fusión de la cultura indígena y de la cultura de los conquistadores españoles. En esos días se venera y recuerda a los difuntos, con la instalación de ofrendas, altares, en su memoria, se acude a los panteones, cementerios, a adornar las sepulturas de los antepasados y familiares fallecidos, donde se vela por la noche, se convive con los símbolos de la Muerte, siempre tan presente en la vida de los mexicanos, se señala la mortalidad de los humanos y la fugacidad de la vida, ante las que todos somos iguales, se publican las calaveras políticas y literarias, composiciones en verso, impresas en pasquines, cuyo objeto es satirizar, ridiculizar y criticar, en la línea de las chirigotas gaditanas. También se ríe, se canta, se baila y se bebe, y los niños, y bastantes mayores, se disfrazan, enmascaran o maquillan, de calaveras y catrinas. No es una festividad morbosa, sino que reina la paz y la felicidad.
 

Ofrenda frente al Palacio de Bellas Artes
 
He sido afortunado al poder asistir y disfrutar este año en Ciudad de México de algunas de las actividades propias de esta celebración, cumbre del calendario festivo mexicano y que pone de manifiesto la peculiar relación de la sociedad del país norteamericano con la Muerte y su personificación.

Cojín con calavera en una casa particular
 
Los terremotos del mes de septiembre han marcado la edición de este año, con recuerdos especiales a las víctimas, damnificados, rescatadores y voluntarios.

Dos fines de semana antes del primero de noviembre, los alebrijes monumentales recorren la ciudad desde el Zócalo hasta la moderna zona financiera del paseo de la Reforma, donde quedan expuestos hasta el domingo posterior al Día de Muertos, entre las glorietas del Ángel de la Independencia y la Diana Cazadora. El Zócalo es la inmensa plaza del Centro Histórico, oficialmente llamada plaza de la Constitución, en honor de la Constitución de Cádiz de 1812, la Pepa. Está rodeada por la catedral metropolitana, el antiguo palacio de los virreyes, ahora Palacio Nacional, sede de la presidencia de la República, y otros soberbios edificios. En su centro se levanta un monumental mástil en el que ondea la bandera nacional.


Los alebrijes son animales fantásticos que poseen garras para aferrarse a la tierra, símbolo de realidad, y alas para construir sueños y volar hacia ellos. Nacieron, a finales de los años treinta del siglo XX, en el barrio de la Merced, de los diseños y las ideas conjuntas del artista plástico José Gómez Rosas, conocido como el Hotentote, y del maestro artesano Pedro Linares. Por aquel entonces se realizaban en cartonería. Posteriormente la tradición se extendió a Oaxaca, donde se fabrican en madera.
Son una muestra magnífica y muy representativa del arte popular mexicano.
















De unos pocos años a esta parte, el sábado anterior al primero de noviembre, se celebra el desfile de ofrendas móviles, acompañadas de una multitud de personas disfrazadas de catrinas, las mujeres, y calaveras, los hombres, desde la Estela de Luz, en el paseo de la Reforma, junto a la puerta de los Leones del Bosque de Chapultepec, hasta el Zócalo. La muchedumbre que asiste al paso de la comitiva es ingente, incontable. De hecho me acerqué a presenciarlo, pero la masa humana agolpada al borde del recorrido me impidió ver nada. Otra vez será.

Hay una serie de elementos propios del Día de Muertos y sus actos, entre los que destacaré las ofrendas, la flor de cempasúchil, las calaveras literarias, las catrinas, el chilacayote, el pan de muerto y las calaveras, siempre calaveras por todas partes.

Se supone que las almas de los difuntos regresan por el Día de Muertos. El día 1 de noviembre las almas de los niños y el día 2 las de los adultos. Para ellos, cada familia prepara las ofrendas, altares domésticos con alimentos, pan de muerto entre otros, bebidas, flores, velas, cruces, estampas con las Ánimas del Purgatorio, efigies de la Guadalupana, objetos de uso cotidiano y agrado de los finados, juguetes en el caso de los pequeños, y fotografías o retratos de los ancestros fallecidos.

Ofrenda en una casa particular en Mixquic (Ciudad de México)

Otra ofrenda en una casa particular en Mixquic
 
La flor de cempasúchil, tagete en España, y sus pétalos todo lo adornan y están omnipresentes. Es la flor de Muertos y se alfombran calles y caminos con sus pétalos para guiar las almas de los difuntos. Es el símbolo del resplandor del Sol.

Flores de cempasúchil listas para su uso en el jardín de la antigua casa de campo del general López de Santa Anna, vencedor de El Álamo y varias veces presidente de la República, en Tlalpan.
 
Las llamadas calaveras literarias son rimas satíricas y burlescas, escritas a modo de epitafio humorístico de personas aún vivas, donde la muerte hace mención a alguna de las características o comportamientos del personaje en cuestión, del que se habla como si ya estuviera muerto. Generalmente hacen alusión a políticos en el poder. Se publican en vísperas del Día de Muertos.
Como puede verse más abajo, muchas de las de este año estaban dedicadas a los terremotos del mes de septiembre.



La catrina, o calavera garbancera, es un personaje femenino con cabeza de calavera y ataviado con elegantes prendas. Representa a la Muerte y su iconografía fue creada por el artista mexicano José Guadalupe Posada e inmortalizada por Diego Rivera en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. Nace de la crítica, en la época del Porfiriato, a las damas que se daban mucho postín y renegaban de sus orígenes mestizos y humildes, a las que llamaban garbanceras, las que venden garbanza. Posada dibujó y grabó por primera vez una catrina para una calavera literaria con el título Las que hoy son empolvadas garbanceras pararán en deformes calaveras. Hoy en día es el disfraz más extendido entre las mujeres para el Día de Muertos.

Espectacular efigie de catrina, emplazada entre la Alameda Central y el Palacio de Bellas Artes. Patrocinada por una funeraria

Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. Diego Rivera 


Calavera literaria. Grabado original de José Guadalupe Posada
 
El chilacayote es una cucurbitácea como el melón, la calabaza o la sandía. Se tiene la creencia de que este fruto absorbe los malos humores del difunto. Por ello es un elemento más de las ofrendas. Se utiliza para elaborar la tradicional calavera, vaciándolo de pulpa y semillas y practicándole unas aberturas a modo de orificios craneales. En el interior se coloca una vela.
Los niños le añaden un asa de alambre y así lo emplean a modo de pozalito, donde guardan las calaveritas, dulces con esa forma, y otros confites que van pidiendo por la calle, de casa en casa, de tienda en tienda, el día 1 de noviembre: - Una limosna para mi calavera….

Chilacayote y pétalos de flor de cempasúchil
 
El pan de muerto se elabora especialmente por las celebraciones del Día de Muertos. Tiene forma semiesférica. En su polo superior un pequeño abultamiento representa un cráneo y cuatro canillas simulan huesos. Esta forma simboliza los cuatro rumbos del universo. Se come como un bollo más y también se incorpora en las ofrendas. Tan sabroso como un buen roscón o un buen panettone, pero distinto.


No sólo se montan ofrendas en las casas particulares sino por doquier. En las vías públicas, en los edificios oficiales, en los centros de trabajo, en los hoteles y los restaurantes.
Las familias las dedican a sus parientes. En los lugares de trabajo a compañeros desaparecidos o, de forma satírica y humorística, a los jefes u otros colegas, como si ya estuvieran muertos. Ello recuerda que la Parca nos iguala a todos y nos espera, irremediablemente, también a todos.





En el Zócalo se levanta la llamada ofrenda monumental, una instalación artística muy variada y de colosales dimensiones. Este año, como no podía ser de otra manera, erigida a “la memoria de las víctimas de los seísmos y en honor de los rescatistas y voluntarios que, de manera inmediata, participaron en las labores de ayuda, así como en las tareas de reconstrucción”.















En la bellísima plaza de Santo Domingo, con sus soportales de pueblo castellano, distintos centros de la UNAM, Universidad Nacional Autónoma de México, instalan una ofrenda gigantesca, este año dedicada a Diego Rivera.













Donde más se refleja la tradición cultural católico española es en la asistencia a los panteones, los cementerios, para velar a los difuntos y rezar por ellos.
Las sepulturas se adornan de flores hasta el paroxismo.

Acudí a Mixquic, localidad rural de la delegación capitalina de Tláhuac, donde tiene fama la celebración del Día de Muertos. El recoleto panteón de San Andrés se engalana soberbiamente y por la noche se apagan las luces para que solamente esté iluminado por velas y cirios. Las calles se llenan de ofrendas e instalaciones, se organizan espectáculos de música, baile y juego de pelota tradicional mexica y se come y se bebe en la plaza pública.








Paisanos muy amables, autores de algunas de las instalaciones de la vía pública, me invitaron a pasar a sus casas y me mostraron las ofrendas a sus deudos fallecidos.




El genial y querido Mario Moreno Cantinflas, con sus característicos pantalones caídos







Instalación en un huerto
 
Mucha gente, especialmente jóvenes y niños, se disfraza, enmascara y maquilla por Día de Muertos. Las mujeres de catrina, los hombres de calavera. Por la calle se ven verdaderas obras de arte vivientes.










Turista de Seattle (EUA)





El Día de Muertos es la muestra irrefutable de lo artista e imaginativo que es el pueblo mexicano y nos permite extraer dos importantes lecciones.
Primera, la importancia de la familia, de los mayores, del respeto y el cariño hacia ellos, de mantener viva su memoria cuando ya han fallecido. Segunda, la desaparición real de una persona, tras su muerte física, se produce cuando deja de estar en el recuerdo y los corazones de los vivos. Por ello Cervantes es inmortal y mis tatarabuelos, de los que desconozco todo, hace mucho tiempo que dejaron de existir. 

10 comentarios:

  1. Muy interesante. Espero vivirlo en persona.

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  2. ¡Qué monumental despliegue de creencias, imaginación y colores!
    Y qué suerte haber podido estar allí, aunque creo que lo que más me gusta es el lenguaje…

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  3. Chilacayote, cempasúchil, alebrijes, pan de muerto…
    ¡Qué poderío!

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  4. Reportaje muy bien documentado, me ha encantado sobre todo el derroche de colores y como explicas todo después de cada serie de fotografías

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  5. Reportaje muy interesante. Me ha encantado.

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  6. Un derroche de mal gusto elevado a la enésima potencia...

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  7. Una opinión respetable, como cualquier otra.

    En cualquier caso, la UNESCO proclamó el Día de Muertos de México Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2003.
    Y Disney/Pixar ha invertido una auténtica fortuna en la película de animación Coco, basada en el Día de Muertos y que invito a los lectores a ver, con unos resultados económicos notabilísimos.

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    1. Un fenómeno cultural, con su peculiar estética, que no tiene por qué gustar a todo el mundo.

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  8. Y vive el Cielo que tienen muchísimos muertos a los que honrar:
    ver noticias de los casi ochenta muertos entre sábado y domingo en varias localidades mejicanas. Algo han tenido que inventar para paliar el dolor que deja tanta muerte...

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    1. Habría que ir al fondo de la cuestión del porqué de tanta violencia en México.
      En cualquier caso el comentario me parece frívolo, irreflexivo e imprudente. Creo que los muertos y sus familias y amigos se merecen un mayor respeto.
      No voy a borrarlo porque soy partidario del contraste de pareceres y de la libre expresión y de la libertad de opinión, por muy desafortunada que me parezca alguna de ellas, como en este caso.

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