24 febrero 2017

Explotación laboral.
¿Cómo solucionar esta lacra?

Julio Sánchez Mingo

Febrero 2017

Todos somos conscientes de la explotación laboral a que son sometidos infinidad de trabajadores de sectores como el textil o la electrónica en Oriente, México e infinidad de países.
También en nuestra limpia Europa, donde hay multitud de talleres clandestinos o personas que trabajan en su casa de forma ilegal, por salarios de miseria, en condiciones donde la salud y la higiene en el trabajo brillan por su ausencia, con largas y agotadoras jornadas laborales.
¿Cómo creemos que muchas familias han hecho frente a la crisis?
Cómplices, por corrupción u omisión, son las administraciones públicas. En España, sin ir más lejos, la inspección de trabajo es casi inexistente.
Sangrante es el caso de la confección de ropa en la India y Bangla Desh, donde mujeres y niños trabajan como esclavos, como denuncia el diario El País en una serie de reportajes publicados el 28 de enero de 2017 (1). Asimismo el desguace y achatarramiento, especialmente de buques y de equipos electrónicos, se desarrolla en condiciones infrahumanas, en ambientes y en contacto con productos muy nocivos para la salud.

Yo no puedo permanecer pasivo ante estos hechos y me gustaría que, al comprar cualquier producto, no haya detrás un empresario y unos intermediarios explotadores y un rosario de vidas humanas hundidas en la miseria y la opresión laboral. Yo no quiero ser cómplice ni encogerme de hombros. ¿Qué se puede hacer?

Hay ONGs que trabajan encomiablemente para paliar esta situación. Incluso algunas de ellas tienen programas de comercio justo. Multinacionales españolas como Inditex, El Corte Inglés o Cortefiel, posiblemente para acallar su mala conciencia por el estado de cosas al que han llevado sus modelos de negocio y por la tragedia de Rana Plaza, con 1.132 muertos, han comenzado a tomar algunas medidas del todo insuficientes (2). Pero son migajas, hay que hacer más para acabar con actividades indignas del ser humano, particularmente de la infancia.

Pienso que se podría dictar una directiva comunitaria que obligue a un proceso de fabricación, libre de explotación laboral y conforme a las normas europeas de higiene y seguridad en el trabajo, de todos los productos de consumo comercializados en la Unión Europea. La homologación oficial correspondiente, efectuada por entidades acreditadas para ello, permitiría a las empresas cumplidoras etiquetar sus productos con la correspondiente marca de certificación, lo que franquearía su venta en nuestro mercado común.
Adicionalmente se crearía riqueza en los países productores por la necesidad de formar y emplear a los inspectores de las entidades de calificación, profesión que requiere personal con un cierto nivel de cualificación, y redundaría en un mayor desarrollo cultural.

El consumidor medio europeo puede asumir sin dificultades el incremento de precios derivados de aplicar una política de este género. Veámoslo con un caso real, que me desveló un amigo que trabaja en el comercio internacional de la ropa confeccionada.
Hace unas semanas una fábrica de Bangladesh cerró un contrato con una multinacional española para la fabricación de 400.000 minifaldas para esta temporada. El precio CIF Europa acordado asciende a unos 4 €. El PVP previsto es de 14,99 €, que incluye el 21% de IVA. El margen bruto es por tanto del 67,7%. Si al final de la campaña hay género sin vender, y procede una liquidación, el descuento en el punto de venta podrá alcanzar un 50%, lo que supone que el PVP se reducirá a 7,49 € y el margen bruto a un 35,42%. ¡No está nada mal!
No creo que un proceso de homologación como el propuesto repercutiera en el coste de la prenda en más de un céntimo de euro, 0,01 €, 4.000 € en el total de la operación. Inyectando 400.000 € en los salarios de los trabajadores, supongo que no son necesarios muchos de ellos para confeccionar las benditas minifaldas, estoy convencido que su nivel de emolumentos pasaría de la miseria a una soldada digna. Ese mágico euro lo podría costear el consumidor final, comprando a 15,99 €, la multinacional de turno, reduciendo un poco su exagerado márgen, o ambos, a medias, con un PVP de 15,49€.

La pelota queda ahora en el tejado de los parlamentarios europeos, que, por cierto, tienen unos jugosos salarios.

Sobre la explotación humana en el desguace y achatarramiento de buques y la producción de materias primas, agricultura y minería, habrá que volver otro día.


Sin casco, guantes, gafas protectoras, mono, botas de seguridad...



2 comentarios:

  1. El 6 de marzo de 2017 se ha enviado a Carolina Punset, europarlamentaria española, la correspondiente propuesta de iniciativa legislativa.

    ResponderEliminar
  2. Existe la certificación UT2 que garantiza prácticas de cultivo sostenible y buenas condiciones laborales, que IKEA incorpora en sus chocolates.

    La certificación de Rainforest Alliance asegura estándares análogos en la producción de café.

    ResponderEliminar

Los comentarios de este blog están sujetos a moderación. No serán visibles hasta que el administrador los valide. Muchas gracias por su participación.